La verdad es que, si lo pensamos, hay situaciones y actitudes en la vida, tanto pública como privada, que, por mucho que parezcan iguales, idénticas y calcadas unas de otras, no son lo mismo, por suerte o por desgracia. Y hay ejemplos que, día a día, lo demuestran. Siempre he defendido -y seguiré haciéndolo- lo que dice el refranero español, que es muy rico. Si, aquello de que «no es lo mismo predicar que dar trigo», lo que me valió críticas por parte de alguno de quienes nos desgobernaron durante un tiempo, incluso en dos etapas diferentes.

Camilo José Cela, marqués de Iría Flavia, fue senador por designación del rey Juan Carlos I, desde 1977 hasta 1979. El Premio Príncipe de Asturias de las Letras, en 1987, Premio Nobel de Literatura, en 1989, y Premio Cervantes, en 1995, se quedó dormido en una de las sesiones de la Cámara Alta -concretamente en una sesión de las Cortes Constituyentes en 1978- y fue reprendido por el presidente, Antonio Fontán Pérez, marqués de Guadalcanal, senador por la UCD. «Señor Cela, está usted dormido», dijo, a lo que éste respondió: «No señor, no estoy dormido, sólo estoy durmiendo». «¿Acaso no es lo mismo?», replicó el presidente. «Claro que no es lo mismo, porque no es igual estar dormido que estar durmiendo, como tampoco es lo mismo estar jodido que estar jodiendo». ¿No me negaréis que el escritor, periodista y político tenía razón?.

Cela, en octubre de 1983, dijo, en una entrevista que le hizo Mercedes Milá en TVE, que una de sus habilidades era absorber un litro y medio de agua, «de un solo golpe, por vía anal». Lo que no sabía la presentadora es que Cela, que era un cachondo mental, se estaba quedando con ella, aunque la Milá tenía más leyes que el TSJ. Consideraba el literato que «lo malo de los que se creen en posesión de la verdad es que cuando tienen que demostrarlo no aciertan ni una». Y eso es lo que les pasa a muchos de nuestros políticos, que se creen por encima del bien y del mal y lo único que hacen es meter la pata -¡he dicho pata, aunque a alguno le gustaría meter de todo menos miedo!-, porque, pariente, aunque hay cosas que parecen iguales, no son lo mismo. Alejandro Sanz canta aquello de «no es lo mismo ser que estar/no es lo mismo estar que quedarse, ¡qué va!/tampoco quedarse es igual que parar/no es lo mismo/será que ni somos, ni estamos, ni nos pensamos quedar/pero es distinto conformarse, no es lo mismo/es distinto». Joaquín Sabina, en una de sus coplas, asegura que, «las mejores promesas son esas que no hay que cumplir». Y lo que más me jode es que nuestros políticos prometen y prometen y lo único que consiguen es que les crezca la nariz como a Pinocho, el hijo de Geppeto, porque, como afirma el cantautor jienense, a quien conocí en mi época de «estudiante» -por lo menos estaba matriculado, otra cosa es que estudiase- en la Facultad de CC.II. de la Complutense madrileña, uno de los deportes nacionales es prometer -otros son criticar y envidiar-, para luego no cumplir y las reclamaciones al maestro armero. El desaparecido Adolfo Suárez acuñó aquello de «puedo prometer y prometo», ¿recordáis?; ¡pues parece que sigue vigente!. Esto es como lo del chiste en el que una mujer, después de mantener sexo por un tubo y quedarse «preñá», le dice a su teórica pareja: «Pepe, lo que hemos hecho no tiene nombre», a lo que el hombre responde: «ni apellidos, porque yo me voy a Alemania». ¡La cuestión es bien fácil!. Hay quien prometió el oro y el moro y nos vendió una moto, en forma de bondades del paso del AVE por Orihuela, aunque, ahora, el mismo «pavo» echa la culpa de que todo está manga por hombro -¡yo no he sido!- a quien, en aquel entonces, no estaba ni en el forro de los «pelendengues» de su padre político, si es que lo tiene, que ni lo sé ni me importa, pasándoselo todo, y a todos, por el arco del triunfo. A veces hay que hacer caso a Groucho Marx y poner en práctica lo que el cómico decía: «Es mejor permanecer callado y parecer tonto que hablar y despejar todas las dudas», porque, afirmaba, «la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnostico falso y aplicar después los remedios equivocados» y, en este sentido, hay auténticos maestros del malabarismo, funambulismo, escapismo y la prestidigitación, cuando lo que tenían que estar es «callaicos», porque -siendo más de pueblo que una amapola- en boca cerrada no entran moscas. El culo se le puede ver a la gente de muchas formas, pero fastidia mucho que nos la quieran «meter blanda» y encima que «nos guste»; ¡eso es mucho pedir, socio!.

Pues eso; no es lo mismo arriba que abajo, aunque el resultado sea parecido. Pregunta, pregunta y verás cómo no es lo mismo y si se pretende que lo sea se termina «mu» malamente. No es lo mismo un quintico que una caña, ni estar jodido que jodiendo. ¡Padre, me acuso de que he tenido malos pensamientos; pues, coño, «sagal», no pienses!. ¿Y ahora que hago yo?.