Ha sido la embajada más llana que se recuerda y ayer muchos decían que ha sido «la del pueblo». Pero así es el carácter del embajador Cristiano de las fiestas de este año, José Rubio. Podía pensarse que su comparsa, los Caballeros del Rey Fernando, iban a llevar un boato modesto. Nada más lejos de la realidad. Ayer demostraron que tienen una gran imaginación y con ellos aprendimos también la historia de Orihuela, la de la Reconquista que da nombre a los festejos oriolanos. Más de 500 personas participaron en el desfile entre músicos, filas, figurantes y espectáculos.

Nos trasladamos al año 1243, tras la reconquista de la ciudad. Durante más de 20 años se vivió una época de tranquilidad y bienestar entre Moros y Cristianos que anoche se escenificó con un mercado en el que reinaba la felicidad, con saltimbanquis y el grupo de teatro oriolano «Expresión», que abría el desfile, que estuvo precedido por el estandarte de la embajada Cristiana, una bandera de terciopelo negro con letras plateadas que lleva bordado el nombre del embajador. Los más jóvenes de la comparsa repartieron trípticos para que nadie se perdiera el guión del desfile.

Pero una sublevación mudéjar acechaba y no tardó en llegar. Por las calles de Orihuela se sucedieron ayer las luchas entre uno y otro bando, que sacaron a relucir sus armas de fuego. De entre el público se incorporaban nuevos contrincantes a una descarnada guerra con impresionantes efectos y donde el fuego fue protagonista. Más de 40 actores participaron en esta parte del desfile donde las personas que estaban viéndolo en sus sillas pasaron a formar parte del espectáculo interactuando con los actores. El ballet «Un día en Orihuela» puso la nota musical a una rebelión mudéjar que dio paso a la Reconquista de la ciudad por parte Cristiana, en la que se recreó la protagonizada por Jaime I.

El último bloque del boato fue para la entrada del embajador Cristiano, José Rubio, y su ya mujer, Irene Huertas, con quien se casó hace una semana en la sorpresiva recepción que ofreció. Precediéndoles la bandera de la comparsa de los Caballeros del Rey Fernando y un enorme cañón de 1.500 kilos del siglo XVIII de una naviera de Cartagena, que custodia esta comparsa desde hace 20 años y fue restaurado para esta ocasión.

El capitán infantil, Gabriel Álvarez, y la abanderada infantil, Patricia Ruiz, dieron paso a la carroza que presidía la «heredera», la hija de José e Irene, Sofía Rubio, en una carroza infantil acompañada por sus primos, que con sólo 10 meses de vida demostró que la fiesta la lleva en la sangre.

Detrás, sus padres a bordo de una bonita carroza, escoltados por dos filas. Una colla cerró el desfile con más de 90 músicos.

Guiño a otras comparsas

El embajador quiso estar acompañado por una representación de los Moros y Cristianos de la ciudad, y varias filas estaban compuestas por miembros de otras comparsas, como los J´Alhamed, los Negros Egipcios, los Moros Escorpiones y una filá de Beduínos, los Moros Muladíes.