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José Antonio Muñoz Grau: «Al terrible "Pincelito" sólo le pudo la bragueta»

El libro nos adentra en la vida de un sicario benejucense que sembró el terror durante la guerra civil

Muñoz Grau el día de la presentación de su libro . tony sevilla

La historia no se puede olvidar. Es la máxima de José Antonio Muñoz Grau (Orihuela, 1953). Tras la exitosa novela «Un republicano en la Orihuela del Señor», publica «Pincelito». Un libro que tiene algo especial, que hará al lector devorar las páginas en las que se desvelan las atroces andanzas del benejucense Ramón Velasco Cases, un sicario que, tristemente, fue famoso por sus «paseíllos» durante la guerra civil. Muñoz Grau nos sumerge en un período de nuestra historia que, 80 años después, sigue poniendo la «piel de gallina» a más de uno. Este escritor no quiere quedarse aquí, y ya prepara una nueva novela, una historia de amor, dice, seguramente más dura que la de «Pincelito», que empieza tras la Guerra civil y acaba en los noventa.

¿Quién era «Pincelito»?

Ramón Velasco Cases, que así se llamaba, arreglaba aperos de labranza. Nació en Benejúzar, pero «Pincelito», el personaje de mi novela, realmente nació veinte años después en Orihuela, a las puertas del Teatro Circo, con la revista «Las Leandras» de Celia Gámez de fondo. Esa noche cambió su vida y, después, durante los cinco meses de la guerra civil en los que se le permitió de todo, de agosto del 36 a enero del 37, fue un sicario comunista que le cambió la vida a muchísima gente dentro y fuera de la provincia de Alicante. Pero, pese a representar el horror, también para muchos en Benejúzar fue algo así como un héroe. «Pincelito» es un hombre durísimo al que sólo le pudo la bragueta. Era un mujeriego.

Pincelito ha sido publicado por la prestigiosa editorial Áltera en la colección «Maestros de la literatura histórica». ¿Por qué ha querido recoger en un libro sus andanzas?

Fue una gran alegría cuando la editorial me comunicó que publicaba la novela por su calidad literaria, con un contrato de cinco años renovable año a año, con una cláusula para traducirlo a otros idiomas e, incluso, con posibilidad de que se lleve al cine. «Pincelito» es un personaje de novela, pero también de película. Si a eso añades la documentación, los testimonios, incluso en Francia, donde grabé a Manuela Poveda, una extraordinaria voz de casi dos horas, la historia estaba ahí. Yo me he limitado a estructurarla y ponerle mi literatura. Es un retrato en infinidad de imágenes de la Vega Baja en ese momento, que no pretende hacer más sangre de la que ya hubo, por supuesto, pero que no deja indiferente a nadie.

¿Sigue causando miedo el mentar el nombre de «Pincelito» en la Vega Baja?

Me ha ocurrido de todo. Incluso, silencios dolorosísimos que hablan de miedo, del miedo que se vivió entonces y que se ha transmitido de abuelos a hijos e hijas. Pero en las casi veinte horas de grabaciones, también hay más lágrimas que palabras. Es una historia dura, ¿sabes?, aunque no más que un Telediario. He encontrado más miedo en contradecir la historia oficial, esa que tanta otras historias oculta, que en hablar de «Pincelito». En las guerras hay miedo durante y después, sobre todo, después. Y el miedo siempre es miedo, no entiende de colores. Claro que hay armarios, alfombras y cunetas llenas de historias horribles, todavía por escribir; y algunas tan duras como éstas o más. Créeme: o más.

¿Cuánto tiempo ha empleado en escribir este libro? Imagino que había que recopilar mucha información...

Dos años. Todo empezó a raíz de los acontecimientos ocurridos en Benejúzar con su hijo, Antonio, violador de una adolescente de 13 años, al que mató la madre de la víctima rociándolo con gasolina. Seguí su pista. Hay personas que han aportado fotos e historias que enriquecen y mucho la novela, he recibido documentos de México y «su camino de Damasco», en el que involucra a todas las instituciones franquistas y religiosas de esa capital, su capítulo más desconocido pero, también, el archivo de la Fiscalía del Supremo. Para mí fue un descubrimiento la actitud de don Paco Oltra, el alcalde de Orihuela que se enfrentó a él.

Está muy interesado en desvelar aspectos que no conocíamos de nuestra historia...

Creo que es una obligación social. Cuando desaparece la memoria, siempre es síntoma de una enfermedad. Una sociedad que pierde su memoria es una sociedad enferma. Las víctimas tiene derecho a olvidar; bastante tienen. Pero los demás tenemos la obligación de intentar que no se repita; es el lado social de la historia. Decía Jacques Le Goff: «Procuremos que la memoria colectiva sirva para la liberación de los hombres y no para su sometimiento». Por salud, yo jamás confío en quien «administra» el olvido de los demás.

¿Cómo se está acogiendo el libro en la comarca?

Simplemente, estoy abrumado. Si vieras los correos, mensajes y «WhatsApp» que recibo casi a diario. La historia puede ser durísima pero... lo que más se está valorando es cómo se cuenta, que consiste en implicar a quien la lee.

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