En los albores del estallido de la crisis económica, a cuyas nefastas consecuencias nos hemos ido adaptando para sobrevivir, asistí a una conferencia del catedrático de Geografía e Historia de la Universidad de Alicante, Fernando Vera Rebollo, en la Sociedad Cultural Casino de Torrevieja.

En aquel acto oí decir a este torrevejense, con raíces en San Miguel de Salinas y adalid del desarrollo sostenible, que deberíamos asumir el final de una época caracterizada por las abundantes subvenciones de los ayuntamientos y organismos oficiales a la hora de realizar cualquier proyecto.

He recordado aquella intervención porque por estos pagos siempre hemos sido muy dados a que nos saquen las castañas del fuego y, si puede ser, regaladas. Hasta no hace tanto tiempo, pero sobre todo durante los años del desmadre del ladrillo, cualquiera proponía cualquier cosa al Ayuntamiento y las autoridades municipales solían decir aquello de «que no os falte de "ná"», y luego pasar la factura que, decían: «Ya lo arreglaremos».

El actual equipo de gobierno municipal debe contar con el expediente e informe favorable de los técnicos para comprar y pagar la Prensa diaria. Y el de la papelería o kiosko que la vende tener y justificar todos los requisitos necesarios de la actividad a desarrollar.

Como aquí hemos funcionado durante más de veinticinco años «a lo torrevejense»; es decir, por la mar va quien lo gana, a base de «cuñaos» y primos, resulta que buena parte de esta amplia familia se ha quedado, o se está quedando, como el gallo del moro: sin plumas y cacareando, cuando antes no decía ni pío.

En esta coyuntura no es de extrañar la proliferación de promesas a todos los niveles, incluso personales, generalizadas durante las campañas electorales y, algunas de ellas, delirantes.

Dejo al margen las de los «cuñaos» referentes a trabajicos, «puestesicos» o lo de: «ya veré lo tuyo». Me refiero a otras como, por ejemplo, la de «El AVE tendrá una parada en Orihuela o la variante de la carretera nacional 332 a su paso por Torrevieja será desdoblada».

Por cierto, acudí el otro día al Hospital Universitario de la ciudad circulando, (es un decir) por el citado vial. Un trayecto de cinco minutos y, como estaban colapsadas, hasta las rotondas de acceso, invertí una media hora.

El perentorio e imprescindible desdoble llegará, posiblemente, más temprano que tarde. Otra cosa es lo de la parada del AVE, aunque sólo lo haga los martes, día de mercado en la Oleza de Gabriel Miró. Antes veré hecha realidad (aunque los horizontes se acortan) otra promesa electoral: aquella de cuando el cacique de turno aseguró a los habitantes de la vecina población de San Miguel del Campo de Salinas que si le votaban les construiría un puerto de mar, para dejar de envidiar a Torrevieja. Mientras tanto la rueda de la vida de las gentes sigue girando, avanzando, a pesar del empeño de los llamados poderes fácticos intentando detenerla.

Qué lejos se veía y siguen viendo algunos el reconocimiento de la diversidad sexual que se ha aceptado mayoritariamente. Resultaba inimaginable contemplar los balcones de algunos ayuntamientos arcaicos de los pueblos y ciudades de la Vega Baja tuneados con las banderas del arcoíris.

Cambiaron también las bodas. El otro día fuí a una en el Ayuntamiento y me encontré con tres. Todas ellas oficiadas por el alcalde, José Manuel Dolón (Los Verdes). Las contrayentes vestidas de blanco con sus respectivas proles por lo menos se ahorraron oír la epístola de San Pablo sobre la mujer sumisa.

De comentar las elecciones, sus resultados y el futurible gobierno... tiempo habrá de hacerlo porque de alboroto pasaremos al tiroteo.

P. D.: Como dice esta semana el sitio en las redes sociales Crónicas Naturales del biólogo Juan Antonio Pujol, lo del muro Ferrís será legal (que lo es) pero es inmoral. Por mucho empeño que ponga Fanny Serrano, responsable de Medio Ambiente y Urbanismo, en convencernos de algo distinto. Como escuché una vez a un colectivo de padres que llevaba décadas reclamando un colegio: «Papeles son papeles».