¡Zas; de golpe, me he hecho mayor!. ¡En apenas unos días -por no decir horas- me he dado cuenta que el tiempo pasa!. Pese a que sigo teniendo las mismas ideas y un cierto espíritu rebelde e inconformista, ¡he descubierto que me he hecho mayor!. No es que pretendiera ser un Peter Pan, no, aunque puede ser que me resistiera a crecer. Y todo porque, tal vez, pensaba estar viviendo un tiempo que parecía ser mejor que otro anterior. Sin embargo, un «hachazo brutal» -que escribiera Miguel Hernández- o un «ostión en 'toa' la trompa» -que se dice en la huerta-, me ha devuelto a la cruda realidad. El tiempo pone a cada uno en su sitio y a mí -¡de golpe!- me ha puesto en el que parece que me corresponde. ¿Estaré viejo, trasnochado y caduco?.

En unas horas me he dado cuenta de que -como decía Ramón de Campoamor, ese que da nombre a la urbanización de la costa de Orihuela- «nada es verdad ni mentira, sino del color del cristal con que se mira» y el tiempo, para según qué cosas y actitudes, no pasa para todos igual. En ese sentido, hay personas que no evolucionan como el resto -¡que sería lo suyo!-, sino más bien se estancan en los años en los que «ponerse ciego era no ver». Me gusta más el significado actual de esa expresión, pese a que hay quien vive en un mundo preñado de conceptos desfasados y que, lamentablemente, ¡me han hecho mayor!. John Lennon decía que «la vida es eso que pasa mientras tú haces otros planes».

Dicen que, en la vida, un hombre tiene que cumplir tres preceptos para ser considerado como tal: tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Últimamente he comprobado que esto es simplemente mentira, porque, como dijo Jesucristo, «por sus hechos los conoceréis» y eso, además de imprimir carácter, te hace mayor. San Mateo decía que debemos guardarnos «de los falsos profetas que vienen vestidos de ovejas, pero que, por dentro, son lobos». ¡Y eso es lo que me ha hecho mayor!. Me he hecho mayor porque si lo que me ha pasado llega a sucederme hace unos años seguramente le habría «cantado la caña» a más de uno de los que me han hecho crecer a marchas forzadas. Pero en fin; ¡líbreme Dios de mis amigos, que de mis enemigos me encargo yo!. No es bueno mezclar churras con merinas y cuando se hace no queda otra que sentarnos en la puerta de nuestra casa para -como dice el proverbio chino- «ver pasar el cadáver de tu enemigo», porque, al fin y al cabo, «la venganza es un plato que se sirve frio», aunque, en contra de lo que pudieran pensar otros, no me considero una persona vengativa. ¡Hablo de política, no de cuestiones personales!. ¡El político dejará de serlo; yo -como el cura que muere cura- me iré siendo periodista!.

No hace mucho aseguré -y aseguro- que, en mi profesión, «sin Periodismo no hay Democracia» y todo porque lo que ambicionaba -y ambiciona- Pablo «el coletas» era -y es- poner en práctica -¡al más puro estilo bolivariano!- lo que los representantes de la mal llamada progresía parlamentaria y social han dado en bautizar como «Ley Mordaza», aunque el podemita es muy de utilizar consignas del mayo francés, como aquella de «la imaginación al poder», pero que de imaginación tienen lo que yo de fraile capuchino; o sea, na, y eso que yo, por lo menos, estudié -es un decir- en un colegio «gobernado» por estos frailes, que, en aquella época, eran más liberales que los del 15-M. Lo que realmente me pide el cuerpo es poner en marcha el ventilador para que haya mierda para todos y «meterle un par de yoyas» a alguien.

Una vez, cuando me incorporé a la plantilla de RTVE, alguien -no viene al caso quien- me preguntó si me había «fichao» la empresa pública por tener carné de un determinado partido (gobernaba el PSOE). Respondí que los únicos carnés que tenía eran el de identidad y el de conducir. Solo puedo decir que, por manifestar lo que he pensado o creído conveniente -¡cosa que no pueden decir otros!-, «visité» en dos ocasiones el edificio de los antiguos juzgados de Orihuela -¡el que ahora se reclama a la Generalitat!- y fue por decir la verdad, ¡no mi verdad!. Considero que no es momento de remover «la mierda» de un partido que sigue teniendo representación municipal y que -¡cágate lorito!- pidió mi detención, encarcelamiento, una indemnización de 20 millones de las antiguas pesetas (120.000 euros de ahora) y el embargo de todos mis bienes. Ese partido es uno de los que hoy critica lo que su secretario general bautizó como «Ley Mordaza».

En todas partes cuecen habas y ahora, 32 años después, se repite la historia. «Niño, eso no se dice; eso no se hace; eso no se toca» (Serrat). A mi amigo Carlos Bascuñana, buena persona, abogado y exconcejal, se le presentaba -en tertulias- como el «verso suelto» de su partido. No me tengo como el verso suelto de nada, sino como alguien que simplemente pretende formar, informar y distraer. ¡No sé si me ha cogido mayor!. Como a Blas de Otero, «solo me queda la palabra»¿Tú qué crees?.