Comienza la sesión y es raro que alguno de ellos no tenga ya el móvil, preparado, encima de la mesa. En silencio, claro está, y esperando que vibre en cualquier momento. Van a ser de dos a cuatro horas -según los municipios, aunque algunos superan las seis -Orihuela se ha llevado muchos meses la palma esta legislatura- de sesudos debates sobre el estado y las necesidades de la ciudad. La política genera que todos tengan aprendido, muy bien aprendido, quién va a intervenir y quién no. «Yo tengo un par de cosas mínimas esta sesión que defender; el resto, es escuchar y después reflexionar sobre lo que se ha dicho», comenta uno; a otros no se les ha escuchado ni una sola vez este mandato. Los ciudadanos no saben ni qué tono de voz tienen pero saben levantar la mano cuando les dicen. Eso sí.

Un concejal admite que ha recibido más de una orden a través del móvil porque es bastante más sigiloso que otro medio y, además, mucho más directo. Otros aseguran que no lo apagan porque tienen otras actividades paralelas y que no molestan o, incluso, hay quienees esperan un consejo de última hora, consultar un titular de Prensa o un asunto que había que tratar en el pleno y que tiene en el correo electrónico, al que también accede a través de él. ¡Para qué negarlo!, también hay el que lo usa para criticar lo que dice la oposición o los argumentos que utiliza.

En definitiva, una herramienta de trabajo del siglo XXI.. ¡Qué pena que no se puedan leer todos los mensajes que se cruzan al término de las sesiones!... Al fin y al cabo una buena parte de esos terminales los pagan los ciudadanos con sus impuestos.