Me pregunto hasta qué estado de deshumanización hemos llegado para apartar la vista por no ver un espectáculo desagradable cuando en las aceras o calzadas de Torrevieja nos topamos con la figura descuidada y desastrosa de Antonio.

Quienes circulan habitualmente por las calles de la ciudad ven casi a diario en distintos puntos del casco urbano a Antonio, bajo los efectos del alcohol, tirado en el suelo como una colilla, insultando a diestro y siniestro o retándote a que lo atropelles con tu coche. Otras veces ves un remolinar despliegue de coches patrulla de la Guardia Civil, de la Policía Local e incluso alguna ambulancia y sólo se trata, (como si fuera poco) que Antonio esta casi inconsciente tendido en la carretera con serio riesgo para su integridad física y ha vuelto a paralizar el tráfico una vez mas.

A raíz de publicarse hace varias semanas en este diario la situación de nuestro hombre, apareció por la redacción un reconocido buen samaritano local, Rafael Torres. Conteniendo a duras penas su indignación, este vecino y exhostelero, siempre interesado por las gentes y los temas de su pueblo y escultor autodidacta, me comentó estar dedicando su tiempo y sus medios para ver cómo solucionar el problema de Antonio, quien por no tener hasta carece de cualquier tipo de documentación.

Por lo que uno sigue viendo, ni los esfuerzos de todo tipo ni el tiempo empleado por Rafael, abrumado por los requisitos burocráticos, tanto de los Servicios Sociales de Ayuntamiento como de otros estamentos, han dado, hasta ahora, resultado alguno, aunque sigue en su empeño.

A estas alturas uno se pregunta qué hay que hacer, qué se puede hacer, por las personas maltratadas por la vida y empeñadas en autodestruirse. Conocí a muchas de ellas, pero hace muchos años, aunque por aquel entonces no debería ser tan difícil solucionarles los problemas porque terminaban bajo el techo y cuidados en algún asilo fuera de Torrevieja, ciudad que sigue careciendo de un humilde albergue para transeúntes, aunque se diga que esa no es solución.

Y lo que más te jode del asunto es que la estampa relatada es considerada como perjudicial para el turismo, según he oído decir más de una vez a gentes temerosas del Buen Dios, el cual, si existiera, deberíamos llevarlo ante los tribunales, como creo que dijo Albert Camus. Pretendiendo no ser indiferente e insensible ante las tragedias individuales y colectivas que con la comunicación global nos agobian cada día, lo único que nos queda es protestar, denunciar y gritar para decir «mentira» y airear a los cuatro vientos todas aquellas cosas que a menudo todos sabemos y casi siempre nos callamos. Al menos, en Torrevieja, entidades como Cáritas, los colectivos y asociaciones evangélicas o Alimentos Solidarios han podido aliviar en algo alguna de esas situaciones, también con el apoyo, antes y ahora, del Ayuntamiento.

Conduciendo me vino a la cabeza dedicar esta columna semanal a las vicisitudes, a la vida y milagros (pocos) del conjunto de los concejales del Ayuntamiento, a los miembros del equipo de gobierno municipal del pentapartido y a los de la oposición del PP, pues está al caer el próximo el primer año de los unos y los otros en la Corporación. En eso pensaba cuando al doblar una esquina estuve en un «tris» de cargarme a Antonio, de atropellarlo. Y encima, el que circulaba tras de mí me dio una «pitorrá» de las que «no te menees» por el frenazo. No tenemos arreglo.