Hace tiempo que nuestra realidad se ha convertido en un borroso reflejo de lo que de verdad sucede. Según el espejo mediático que uno mire, las visiones son distintas y, en muchas ocasiones, irreconciliables. Pasa, incluso, en temas que debieran poner a todos de acuerdo, como es el caso de los recortes educativos.

Actualmente, estos han vuelto a saltar a primera página en nuestra comunidad por las protestas llevadas a cabo por el sector de la educación concertada. Al contrario que en 2012, cuando ante los retrasos en el pago de las nóminas de sus profesores (que depende de la Consellería de Educación) sus representantes instaban con indignación moderada a la solución de la falta de liquidez, el llamado «arreglo escolar» de la actual Consellería ha sacado a estos colegios a la calle con un enojo inédito. Si bien es comprensible la protesta cuando uno ve amenazadas sus condiciones de trabajo, no lo es tanto observar el uso partidista de las mismas. Lo demuestra así la presencia, a modo de escolta, de los miembros del PP valenciano, partido que no dudaba en tachar de radicales y exaltados a los que, como ahora en la concertada, solo nos manifestábamos para demandar que se conservasen nuestros derechos y los de nuestro alumnado.

Otro hecho que pone de manifiesto ese partidismo son las declaraciones de los representantes del sector de la concertada. Así por ejemplo, la presidenta de Concapa, la señora Julia Llopis. Uno se espera enfado y protesta, ya que se trata de la portavoz de los padres del alumnado, en teoría, perjudicado por las medidas de Consellería. Sin embargo, lo que no se espera es demagogia panfletaria y electoralista. Comienza Llopis diciendo que van a seguir manifestándose hasta que se cambien las medidas tomadas por «estos políticos que solo son y representan a una minoría de la sociedad valenciana». Es espeluznante oír esto. Parece que Llopis prefiere la mayoría que gobernaba la legislatura anterior nuestra comunidad (recuerden, la de los Grandes Premios de Fórmula Uno o la del Aeropuerto de Castellón) o aquella representada por el ministro Wert (arquitecto de una ley educativa que tiene totalmente confundida a las distintas instancias educativas), retirado ahora en un «humilde» apartamento parisino.

En otro momento de la entrevista, la señora Llopis acusa a la actual Consellería de tratar «a los alumnos de la concertada como números y no como personas». También aquí uno no puede evitar un escalofrío si recuerda que fue el PP quien, calculadora en mano, subió la ratio en todas las etapas educativas, creando una saturación en las aulas difícilmente encajable en el concepto de calidad educativa. Igual escalofrío sufrimos si recordamos la decisión de este mismo partido de iniciar, hace dos años, el curso el 3 de septiembre, a pesar de tener en su contra a toda la comunidad educativa y de soportar unas condiciones climatológicas totalmente contrarias a lo que debe ser normal en un aula.

Pero el momento más estremecedor de la entrevista se produce cuando la presidenta de Concapa ataca sin miramiento alguno a Vicent Marzá. Primero, menosprecia su proyecto de «Xarxa de Llibres» -«un proyecto que no ha servido para nada»- y a continuación le aconseja «que use el dinero de ese programa para acabar con los barracones que hay en los centros educativos de Orihuela». Desconcertante. Oyendo estas palabras uno se pregunta hasta qué punto llega la enajenación y la manipulación en la sociedad actual. Con apenas un año del nuevo Gobierno autonómico, esta representante obvia el escabroso periodo que ha desarrollado el PP valenciano en los últimos veinte años y pasa por alto casos como el de Ciegsa, la empresa pública de la Generalitat que, en lugar de construir centros educativos en nuestra comunidad, generó un «agujero» de 1.000 millones de euros que todos nosotros tendremos que asumir.

En ciudades como Orihuela, la presencia de la escuela concertada seguramente es inevitable. Pero con representantes como la señora Llopis, el lema con que estos días protestan desde el sector de la concertada, «Libertad para elegir el centro educativo», se convierte en algo falaz y ayuda mucho a uno a clarificar cuál debe ser su elección.