Cada día se repite a sí mismo la promesa que le ha mantenido sobrio durante los últimos 21 años. «Hoy no voy a beber alcohol». Manuel prefiere mantener su anonimato, pero a través de ese nombre ficticio ha decidido contar la historia que ha marcado su vida. Una vida que cayó en las garras del alcoholismo y se convirtió en un infierno psicológico, pero también físico. Fue hace 21 años cuando en un ingreso hospitalario un médico le advirtió que su hígado y su debilitado organismo no aguantarían más de tres meses. Hoy, sin embargo, se encuentra más vivo que nunca y es uno de los miembros más veteranos del grupo de Alcohólicos Anónimos de Torrevieja, que lleva 16 años ayudando de forma desinteresada a decenas de personas a empezar desde cero.

Sólo hay un requisito para ser miembro de Alcohólicos Anónimos: querer dejar la bebida. Si ese precepto se tiene claro, cualquier persona puede acudir a las reuniones semanales que organiza el grupo de Torrevieja. Son los lunes y los viernes de 19 a 21 horas en la Capilla de Monserrat, ubicada en la urbanización Villa Sol. Aunque se trata de un espacio que se dedica al culto religioso, la Iglesia lo cede de forma desinteresada para que el grupo desarrolle allí su terapia. A algunas de las reuniones también acuden familiares y amigos de las personas que acuden a estos talleres de autoayuda, porque tan importante es saber cómo salir del alcoholismo como obtener la compresión y el apoyo que presta el entorno más cercano.

Afrontar el problema

Manuel acudió a su primera sesión en un hospital ubicado en una ciudad del norte de España. Fue una estudiante en prácticas de Enfermería la que le habló de que existía un grupo de Alcohólicos Anónimos en el mismo centro hospitalario en el que permanecía ingresado y se decidió a acudir. «Pasé años negándome a mi mismo el problema. Intenté en muchas ocasiones dejar de beber por mi mismo, pero fracasaba. Era consciente del daño que me estaba provocando a mi mismo y, lo peor, el daño que estaba provocando a mi familia». Tras aceptar el problema, los primeros años de sobriedad los pasó viviendo en su ciudad natal, en el norte. Se mudó después hasta Torrevieja y también aquí encontró el apoyo de Alcohólicos Anónimos, por lo que pudo seguir acudiendo a la terapia de grupo. Su caso es el mismo que el de Antonio, otro compañero de nombre imaginario que también llegó a Torrevieja desde otro punto de la geografía española. Los dos coinciden en que la amplia red de la organización en España les permite seguir vinculados a un grupo de ayuda allá donde van, algo que les aporta seguridad en sí mismos.

En Torrevieja las sesiones se desarrollan en un templo, pero desde el grupo dejan claro que son una organización que no está ligada a ninguna religión, partido político, organización ni institución alguna. «Nuestro objetivo primordial es mantenernos sobrios y ayudar a otros alcohólicos a alcanzar el estado de sobriedad». Tampoco se hace ninguna campaña de captación de socios ni se exige pagar ninguna cuota. Las aportaciones económicas son voluntarias y anónimas. El grupo se autogestiona a través de un coordinador de provincia y un moderador en las reuniones. «Se trata de un programa para dejar de beber y aprender a vivir sin alcohol, a ser más feliz, a dejar de sufrir y, sobre todo, a dejar de hacer sufrir a los demás», valora Manuel. El mismo cree que «muchos alcohólicos que se plantean dejar la adicción se frenan por vergüenza. Primero vergüenza por admitirlo y después por acudir la primera vez». Pero una vez que se rompe esa barrera «te empieza a cambiar la vida, porque los alcohólicos conocemos dos vidas, la del alcoholismo y la de la verdadera satisfacción, esa en la que tú llevas las riendas y no el alcohol».