Esta mañana, Maite, su compañera, ha encontrado el cadáver de Eduardo López Egío en el sofá donde tantas noches se quedaba hasta muy tarde. Antes de las nueve de la mañana la noticia se conocía en toda Orihuela. Tenía 51 años y un corazón que no le cabía en el pecho. Nunca le oí hablar mal de nadie de manera gratuita; nunca le escuché criticar por criticar; nunca elevó su voz sobre la del resto porque no le hacía falta, él siempre tenía argumentos; nunca le gané una discusión política; y nunca le pude agradecer que me abriera tantas puertas en Orihuela; pero sobre todo que me defendiera, siempre y ante todos y por lo cual tuvo más problemas que alegrías. A él le debo tanto que nunca se lo agradecí como debiera. Lo siento Ele.

Conocí a Eduardo en un despacho minúsculo del Palacio de Arneva donde en 2008 estaba alojado el grupo socialista encabezado por Antonia Moreno. Allí manejaba todos los hilos de los contactos ciudadanos. Todos o casi todos iban siempre a buscarlo a él; al menos, a saber cuál era su opinión. No he conocido a nadie con tantas fuentes porque, quizá por cómo era o porque sabía escuchar como nadie, todo el mundo le contaba de todo. Aquello le sirvió para, al cabo de los años, tener un conocimiento de la situación de Orihuela y de sus convecinos, una capacidad para sobrevolar la realidad y expresarla, que dejó impresa en algún modo en muchos de los pregones y discursos que a lo largo de su vida escribió para otros pero que llevaban su sello. Sólo había que mirarle los labios recitar al mismo tiempo que lo hacía el protagonista del acto para saber que eso que se escuchaba era suyo. Nadie escribía y sentía Orihuela como él.

Lo recordaré con ese andar cansino y ese sombrero de ala ancha que lucía elegante muchos meses al año. Con su barba descuidada y su "!Manolito!" cuando nos encontrábamos. Siempre tenía tiempo para pararse con quien fuese en una esquina para escucharle. Su memoria ha sido la más prodigiosa que he conocido en Orihuela, tanto que le tenía envidia y alguna vez nos reíamos con él por si, acaso, no nos estaba metiendo un gazapo en una fecha o en un nombre. Entonces se ponía tenso porque dudaran de él. Siempre me sentí muy inferior escuchándole porque era una enciclopedia andante de su Orihuela y un riquísimo anecdotario que se ha ido con él. Se le podía preguntar datos sobre cualquier cosa y en cualquier momento y siempre tenía la respuesta. De cualquier cosa que quisieras contarle, siempre sabía más que tú y te daba la vuelta.

Estudió en Santo Domingo y en Gabriel Miró. Era socialista desde que tenía uso de razón. Tenía un hijo, Miguel, que era su principal alegría y preocupación, de él me hablaba mucho y cuando yo menos me lo esperaba. Entonces el que se tensaba eera yo porque Eduardo pedía pocas cosas y, si lo hacía, era porque confiaba en ti, al menos es lo que prefiero pensar. Trabajó en innumerables medios de comunicación, en la televisión, en revistas y en periódicos de toda la Vega Baja y Elche. Incluido en este diario. Y fue contertulio allí donde lo llamaran. Siempre visceral cuando se hablaba de política, fue jefe de gabinete con José Manuel Medina como alcalde de Orihuela y asesor de Monserrate Guillén el pasado mandato, pero mantuvo una excelente relación con muchos otros regidores de toda la Vega Baja, como Fran Maciá, ahora, o con José Joaquín Moya, antes.

Si ser de Orihuela es cumplir con las tradiciones, Eduardo lo era. Cerraba el cortejo de Los Armaos cada noche, era cofrade del Cristo de la Buena Muerte y desfilaba en el bando Moro en las Fiestas de la Reconquista. Me dio la oportunidad de escribir de su cofradía para la revista de la Junta Mayor y nunca se lo agradecí bastante. "El tuyo ha sido el mejor artículo de este año", me dijo, y lo recuerdo con orgullo de haber podido estar a la altura de alguien que escribía tan bien y con el mismo que tuvo él. Vivimos juntos muchos momentos de tertulia en el Casablanca, en El Pepe, en El Pare, en La Manolea,en tantos sitios y las mejores que he tenido en Orihuela.

Hace menos de un mes quedamos en que se uniera a la relación de columnistas de la Vega Baja que publica en INFORMACIÓN y la semana pasada le reproché porque aún no me habías enviado nada. "Elige el día que quieres publicar, que a ti te dejo elegir", le animé. "Casi lo tengo", me contestó. El pasado mes de octubre le solicité una colaboración a raíz de la petición para que Los Armaos recibieran la Medalla de Plata de Orihuela en su 125 aniversario, entonces nos escribió "Medalla para una emoción", esta ha sido su última colaboración. Anoche, en facebook, a las diez de la noche, él enlazaba una publicación sobre Ramón Sijé. Ha sido su epitafio.

Eduardo ha sido la mejor persona que he conocido en Orihuela. Era un periodista de raza y deja una huella imborrable en el corazón de todos los que lo conocieron y otra en su ciudad que por envidias, me temo, nunca nadie le agradecerá ni se lo reconocerá. Y por eso derramo una lágrima. Adiós Ele.