Transformar lo diferente en diversidad y la discapacidad en normalidad. Es el mensaje que lanzó ayer Pablo Pineda en Orihuela. Un reto que empieza por educar a la sociedad y que entre todos se vayan eliminando barreras.

En la charla «La diversidad en primera persona» aborda la integración social y laboral de personas con discapacidad. ¿Cómo se podría hacer efectiva?

Hacen falta muchas cosas, pero lo que hay que hacer es educar para que las empresas se den cuenta de que tenemos capacidades y talentos que no se ven. Hay que concienciar en ese sentido a toda la sociedad. Decir también que no me gusta el término discapacidad, prefiero referirme a personas con capacidades especiales.

¿Cómo podrían contribuir las diferentes administraciones?

Hacen falta muchas medidas para fomentar la inserción sociolaboral e invertir en ellas. Desgraciadamente se hace lo contrario, se recorta, y eso es lo peor, recortar en temas tan sensibles. Son necesarios más recursos y los políticos tienen que ser conscientes de ello. Hay que ayudar más a las fundaciones que trabajan estos temas para ayudarles a seguir avanzando.

¿Podría enumerar algunas de las medidas que consideraría interesantes en ese sentido?

Hay muchas, pero por ejemplo que haya incentivos a la contratación, tener un cupo de trabajadores... pero lo más importante es fomentar que las empresas quieran tomar la iniciativa, que sean las empresas las que quieran contratar a personas así porque tienen, o tenemos, muchas capacidades.

¿Qué papel juegan las familias para facilitar esa inserción?

Las familias son en muchas ocasiones la primera gran barrera con la que se encuentran. A veces existe una sobreprotección y eso no ayuda a la inserción laboral. Hay que educarles para que eliminen actitudes sobreprotectoras y educar a los hijos para que pasen de un rol pasivo a uno activo.

¿Fue difícil convencer a su familia de que quería estudiar?

Afortunadamente mis padres y hermanos me brindaron el apoyo necesario cuando decidí seguir estudiando, y eso es algo que muchas veces no sucede.

¿Le costó mucho terminar la carrera? ¿Pensó en algún momento en abandonar?

En abandonar nunca. Al contrario, era un reto. Estudiar la carrera no cuesta, lo que más cuesta es demostrar a la institución universitaria que un síndrome de Down puede estudiar en la universidad, demostrar que puedo estudiar una carrera como cualquier otro.

Usted estudió Magisterio de Educación Especial. ¿Ejerce su profesión en la actualidad?

Ahora estoy centrado en mi trabajo como embajador de las personas diferentes de la Fundación Adecco,pero yo tengo vocación de maestro, me encantan los niños y me gustaría poder ejercer en un futuro. Además, estoy acabando Psicopedagogía, me quedan pocas asignaturas.

Es un ejemplo a seguir para mucha gente. ¿Qué le dicen cuando se lo encuentran por la calle?

Algunas familias me preguntan dudas, hablamos sobre mi experiencia universitaria y hay quienes hasta mi piropean. Al final lo importante es que se hable de la diversidad de las personas y la necesidad de que se llegue a una integración real en material laboral.