El pasado martes, mientras Mari Carmen comparecía en una televisión privada nacional haciendo un llamamiento para que la ayudaran a descubrir el paradero de su hermano, el cuerpo de Vicente Sánchez Alonso, de 49 años, aparecía en el fondo de un barrancobarranco, entre los municipios de Cox y Callosa de Segura. Estaba boca abajo. Eran las 11.30 horas y en el bolsillo los agentes de la Guardia Civil que participaron, en colaboración con el juzgado de guardia de Orihuela, en el levantamiento del cadáver comprobaron que llevaba el DNI y la tarjeta sanitaria. Era él, pero aún y así y porque habían pasado casi cuatro meses de su desaparición, hacía falta una comprobación más exhaustiva.

El cuerpo de Vicente Sánchez sigue desde el pasado miércoles, tras practicarle la autopsia, en una nevera del Tanatorio de Alicante, a disposición del juzgado y hasta que se contraste con ese ADN de su hermana en una prueba que se realizó el pasado jueves, en presencia de la magistrada que lleva el caso y que ha precisado del envío de las muestras a Madrid para su cotejo. Mari Carmen, a quien nadie le cuenta nada porque, oficialmente, aún no se ha comprobado que es su hermana, cuenta las horas que pasa en su modesta casa del barrio de San Isidro para poder enterrar a su hermano, a «El Churrascao» o «El Socarrao», según se prefiera, lo que le ha servido para saber hasta dónde puede llegar la solidaridad de una parte de la sociedad cuando uno menos se lo espera. A través de INFORMACIÓN, en la edición del pasado jueves se hizo un llamamiento para poder pagar los gastos del sepelio. Profesores del colegio San José Obrero y una empresa de lápidas de Pilar de la Horadada -Polilap SL- se han puesto en contacto con ellas, a través del periódico, para ayudarla en aquello que necesite, colaboración que también ha encontrado en la parroquia del barrio y en la propia Iglesia, que es la propietaria del Cementerio de Orihuela. En todo eso, parece, va a encontrar consuelo, ¿en el resto?...

En Callosa de Segura

Ahora le preocupa saber cómo murió su hermano, lo que está bajo secreto de sumario. Vicente vivía desde hacía un año en una modesta casa de Callosa de Segura con una muchacha y se ganaba la vida ayudando en los mercados. «Cogía cajas para cargar y descargar, en unos le daban cinco euros, en otros diez, según el día», recuerda con tristeza Mari Carmen. Con eso y su pensión de 350 euros vivía y, a su manera, era feliz. Le gustaba caminar, dar largos paseos. Por una de esas zonas, una pareja de investigadores de la Guardia Civil dieron con él. Habían pasado casi cuatro meses desde que su hermana presentó la denuncia, dos semanas después de no saber nada de él y cuando alguien la alertó.

Aquello, en cualquier caso, no era muy normal. «Mi hermano no era "tonto", sufrió un accidente cuando tenía 20 años y padecía epilepsia», explica. Ese accidente ocurrió en el túnel de la carretera nacional y marcó su vida. «No me han dejado verlo, un guardia (civil) me dijo que era él, pero mejor que no lo viera por cómo se encontraba, pero eran sus ropas y su DNI», reitera, mientras reflexiona sobre la coincidencia de que el cadáver apareciera prácticamente en el mismo momento que ella estaba delante de las cámaras solicitando ayuda para localizarlo.

La Guardia Civil guarda un mutismo absoluto sobre las causas del óbito y sobre las circunstancias que han podido rodear este caso y cómo es posible que se tardara tanto en alertar sobre su desaparición. «El tomaba pastillas para la epilepsia, las necesitaba», recuerda la mujer que con Vicente ha perdido al segundo de siete hermanos. Mira su foto y espera, algún día, poder enterrarlo y llorar por él.