Qué más da a lo que uno se dedique o para lo que se esté preparando, porque, al final, lo que realmente importa es estar orgulloso de lo que se es. ¡Me gusta, Pedro, por lo bien que te explicas!. Aunque el arranque de esta tribuna sea un tanto «filosófico y casi de los Hermanos Marx», os aseguro que estoy orgulloso de lo que soy -mejor o peor «plumilla», cada uno tendrá su opinión-, pero, lo que son las cosas, de lo que me siento verdaderamente orgulloso es de lo que la gente puede llegar a hacer -con mucho sacrificio y echándole un par de cojones- para «reconducir» su vida, porque no me negarás, ¡pichica!, que alguna culpa tendré yo. No quiero decir con esto que haya «encarrilado» los pasos de una «oveja descarriada» -¡Dios me libre!-, porque no soy tan vanidoso, aunque habrá de reconocerse que esa oveja coqueteó con el «lado oscuro», pero, por su perseverancia y ganas de mejorar, dio un paso atrás para tomar impulso y empezar de cero. Hablo de una persona que siempre irá conmigo, siempre, allá donde yo vaya, aunque, como me dijo en cierta ocasión, «yo no esté» y me pierda «cosas muy importantes de su vida», una «prometedora vida» de la que, por mis dudas, y bien a mí pesar, he desaparecido. ¡En mi corazón y en mi pensamiento está y estará, siempre, como lo estuvo en los buenos y, sobre todo, en los malos momentos!. ¡Ha pasado la Semana Santa!. Ahora toca trabajar con otros objetivos. En Oleza, no sé por qué -¡o sí!- siempre se actúa con el horizonte puesto de trimestre en trimestre, aunque cada año sea idéntico al anterior -Navidad, Semana Santa y Moros- y todo se cambie para que siga igual, aplicando la más pura filosofía «gatopardiana» o «lampedusiana» (un consejo; haced lo que yo cuando no conozco el significado de una palabra y acudid al diccionario). ¿Un ejemplo?. Mi amigo Antonio «Chanos» ha dejado en manos más jóvenes uno de sus locales de ocio, Chipi Chic, para darle un giro. Sin embargo, me cuentan -hace tiempo que no voy, - pese a que hay quien asegura vehementemente que no salgo de los bares- que, aunque se ha cambiado el decorado, todo sigue igual: Jose en la barra, la misma música y la misma clientela. ¿Otro ejemplo?; ¡el Bar «La Molea», ahora con la Pali, pero con la cocina de siempre!

Lo dicho, «cambiar para que todo siga igual» (Giusseppe Tomasi di Lampedusa). Yo he pretendido -pese a que pensaba que lo tenía todo hecho- dar una vuelta de tuerca tanto a mi vida personal como profesional- ¡también para seguir igual, escribiendo, ya que parece que es lo único que sé hacer y no muy bien; seguro!- y me embarqué en un proyecto en el que tengo puestas muchas esperanzas y del que -quienes conocen su contenido hablan bien-, pero no todos están por la labor de hacer realidad «mi sueño», demostrándome que es muy difícil de poner en valor la cultura, ya que «las palmadas en el hombro», para según qué cosas y casos, no valen de nada.

¡Allá cada uno con su forma de ser y actuar, porque en este caso el malo de la película no soy yo y si «mi sueño» se queda en un cajón a nadie le remorderá la conciencia porque, total, nunca se conoció!.

Estoy «orgulloso» de haber aceptado el reto que, en su día, me planteó Pepe Sesca, aunque muchas veces estuve a punto de tirar la toalla; ¡muchas!. «Valentín, ¡si alguien puede hacerlo eres tú!»; me dijo. Ahora sólo puedo dar las gracias a quienes confiaron en mí, me prestaron su apoyo y no me dejaron «tirao» como una puta colilla. Vicente «Codex», entre otros, ha sido fundamental. De él sólo recibí palabras de «aliento», «ánimo» y «afecto» cuando estaba hundido y sin ganas de seguir «perdiendo el tiempo».

De él he abusado, pidiéndole consejo; a él le he robado tiempo, y no poco. ¡Siempre estuvo solícito para atenderme; siempre!. También sentí lo contrario de quienes me «dieron la espalda», aunque reconozco que han sido los menos, a la hora de valorar un esfuerzo que me agotó mentalmente. En los últimos meses, he sacrificado muchas cosas para sacar adelante un proyecto que, muchas noches, me ha quitado el sueño, porque no sabía por donde «agarrarlo» y «reconducirlo». ¡Espero que el esfuerzo merezca la pena!.

Ha habido quien me ha echado en cara -aunque no «molesta» quien quiere sino quien puede- que hago cosas para «ser reconocido por otros». ¡No; error!

Las hago por mí, ya que, por suerte o por desgracia - después de muchos años en la carretera-, me conoce demasiada gente, por lo que no necesito fama -ni buena ni mala-, porque, entre otras cosas, no me da de comer, lo mismo que las críticas, aunque a todos nos gusta que nos reconozcan el trabajo, para bien o para mal.

Sea como sea, estoy orgulloso, pero no de lo que puedo haber hecho -¡que también!-, sino de lo que hacen otros, aunque mi «sosez» y mi poca capacidad de convicción -¡casi nula!- me impidan mostrar mis sentimientos. ¡Pequeña, estoy orgulloso, mucho!. ¡Algo no funciona; sigo escuchando «El Patio», de Triana!. ¿Se habrá parado el tiempo?