La de Carlos y Alberto es una de esas historia que hace que uno se reconcilie con el ser humano. Sus caminos se cruzaron el pasado 20 de septiembre de 2015. Entonces, Carlos, que reside en Madrid acababa de llegar a la playa de La Mata, donde pasa prácticamente todos los veranos. Por su parte, Alberto se encontraba practicando uno de sus deportes favoritos, el surf, aprovechando «que había marejada» y así podía hacer tiempo antes de ocupar su puesto como socorrista de esa misma playa, cuyo turno comenzaba a las 10.30 horas, cuando se iniciaba el servicio de salvamento.

Esa marejada, a Carlos no le «pareció para tanto», por lo que procedió a darse un baño, «como cada día sobre las 10 horas» en la playa. «Como siempre, comencé a entrar en el agua caminando sobre la roca, es una zona donde apenas llega el agua por las rodillas, pero ese día, mientras andaba, caí en un agujero y me hundí», relata. El susto por esa sorpresa inesperada le hizo «tragar agua. Intenté salir pero la corriente me arrastraba hacia adentro y no podía hacer nada. Miré hacia la arena, para pedirle auxilio a mi señora, pero estaba de espaldas, no me veía, así que traté de salir a flote, pero ya había tragado agua, empezaba a agobiarme y el agua me arrastraba cada vez más hacia adentro». No pasó mucho tiempo hasta que Maria Luisa -su señora-, se percató de que algo no iba bien. «Para entonces, tan solo pude decirle adiós con la mirada... Lo próximo que recuerdo es despertarme en el hospital».

Alberto, un venezolano de 52 años que reside desde hace 16 años en España y que trabaja como socorrista en Cruz Roja desde hace ocho años, completa la historia. «Estaba surfeando y escuché mucho jaleo en la playa. Había gritos y revuelo, y salí del agua para comprobar qué pasaba».

Para entonces, unos bañistas ya habían conseguido sacar a la arena a Carlos, pero se encontraba sin respiración. «La gente suele colocar boca arriba a los bañistas que sacan del agua, así que lo primero que hice fue colocarlo en una posición que facilitase que expulsara el agua que había tragado -una maniobra que conoce muy bien debido a su trabajo-, y pedir ayuda sanitaria. Por suerte, comenzó a tirar el agua y recobró la respiración y el pulso, pero no la conciencia».

Una actuación que Alberto relata con una gran humildad: «no me siento ningún héroe ni creo que nadie tenga que considerarme así. Hice lo que tenía que hacer»; pese a que Carlos asegura que «me salvó la vida. Es mi salvador, mi ángel de la guarda», recuerda con cariño.

La historia no termina aquí, puesto que una vez que Carlos recibió el alta médica del Hospital de Torrevieja, tras despertar en la UCI cuatro días más tarde y sin -afortunadamente- ninguna secuela del suceso, acudió al centro de salud de La Mata al médico de cabecera. Allí, «la enfermera que me atendió en el mostrador, al explicarle el motivo de la visita, me reconoció: "tú eres el del otro día de la playa" me dijo. Resulta que era amiga del socorrista que me había atendido, así que rápidamente le pedí su teléfono para ponerme en contacto con él y agradecerle lo que había hecho».

Llamada

«La verdad es que me sentí muy agradecido por la llamada, fue una sorpresa. No considero que haya hecho nada heroico ni nada de eso, tenemos decenas de rescates al día, y muchos han sido mucho más complejos y arriesgados que este, pero me dio mucha alegría recibir la llamada de Carlos, porque en muchos casos la gente ni te da las gracias cuando los atienden, muchos hasta se enfadan porque los saques del agua, así que, que te agradezcan tu trabajo, da mucha alegría», cuenta Alberto.

A partir de ese momento, surgió entre ambos una conexión que, asegura Carlos, nunca olvidará. Pese a prestar servicio en las playas de Torrevieja, Alberto reside en San Juan, por lo que tras el alta hospitalaria del madrileño, no volvieron a coincidir, ya que el servicio de socorrismo finalizó justo el mismo día del incidente. Sin embargo, Carlos volvió a ponerse en contacto con Alberto en Navidad, para felicitarle las fiestas, y a su vuelta a Torrevieja en Semana Santa, para pasar unos días de descanso, no dudó en hablar con el coordinador de Cruz Roja para conocer en qué playa prestaba servicio Alberto para agradecerle personalmente su ayuda.

«No quise ser pesado-bromea Carlos- pero sí quería verlo en persona. Me hizo mucha ilusión, y pude darle un abrazo». Por tanto, lejos de llevarse un mal recuerdo de sus vacaciones en Torrevieja, este hecho le da a Carlos un motivo más para volver a las playas de La Mata, donde él y parte de su familia llevan años veraneando y disfrutando de su jubilación, «lleno de alegría» y a punto de cumplir los 70 años «gracias a Alberto».