La alegría, el júbilo, y el retumbar de los tambores que anunció la resurrección de Cristo contagió en la madrugada de ayer a decenas de oriolanos para celebrar la resurrección de Cristo, tan solo unas horas después de que Orihuela llorara su muerte en la procesión del Santo Entierro, presidida por el Caballero Cubierto, Tomás Sáez.

La imagen de El Salvador Resucitado volvió ayer a las calles de Orihuela, y aunque la Hermandad tenía previsto estrenar la talla que tras diez años de trabajo donaron los escultores oriolanos José Antonio Sánchez y Antonio Peñalver, tras su bendición el pasado año, finalmente no salió en procesión, manteniendo la escultura anterior, que data del siglo XVII y de la que se desconoce su autoría.

Esto no impidió que decenas de oriolanos salieran a la calle para contemplar las particularidades de esta procesión, que pasan por la suelta de globos y palomas, o los tradicionales aleluyas que los oriolanos lanzaron al aire tras el encuentro entre El Salvador Resucitado y la Santísima Virgen de la Dolorosa, que sirvió para conmemorar el momento en el que la madre de Cristo se encuentra con su hijo, una vez ha regresado a la vida.

Fue en este momento cuando se produjo la suelta de la paloma blanca, que representa al espíritu santo, que emprendió el vuelo entre el estruendo de tambores y el del aplauso del público, en representación de su alegría.

El hecho de que los oriolanos celebren la resurrección de Cristo de madrugada no impidió que ayer por la mañana decenas de niños se unieran a la tradicional tamborada organizada por la Hermandad de la Resurrección. Tras esta sonora manifestación de alegría por la vuelta a la vida de Cristo, se realizó el habitual traslado de las imágenes a los templos donde descansan de forma habitual, por lo que la imagen del Salvador Resucitado retornó a la Catedral, mientras que, por su parte, la Santísima Virgen Dolorosa fue trasladada al Monasterio de San Juan de la Penitencia, poniendo fin así a la Semana Santa de Orihuela, de Interés Turístico Internacional.