El Hospital Universitario de Torrevieja está a punto de cumplir una década. Ejemplo de modernidad y comodidad -sigue garantizando las habitaciones individuales de ingreso con cama para acompañantes-. Cuajado de premios, gestionado con un sistema informático que hace casi prescindible el uso del papel y que pone al día a todos los pacientes a través de mensajería móvil. Pero toda la vanguardia tecnológica que despliega queda por los suelos cuando se trata de algo tan básico como la accesibilidad. Son cientos los usuarios, entre pacientes y familiares, que a diario han de enfrentarse a un centro que se lo pone difícil a las personas con movilidad reducida. Paradójico en un edificio que atiende fundamentalmente a personas mayores de 65 años. La odisea comienza con la llegada en coche o en autobús al centro. No hay carril bici, ni una acera que conecte este hospital con el casco urbano de Torrevieja. El aparcamiento frente a las entradas del edificio suele estar a rebosar entre semana. Las plazas para personas con movilidad reducida escasean. Si el usuario va en silla de ruedas, una vez logrado el objetivo de dejar el coche, debe emprender camino por el asfalto porque no hay ni una sola rampa en las aceras para superar los bordillos. Solo una (y da problemas) en la puerta de consultas externas, donde son frecuentes los «tapones» porque quien no encuentra aparcamiento enfrente suele parar un momento el coche a la entrada para que baje el usuario, ahorrándole un paseo que en el caso de personas con dificultad motriz puede eternizarse. Un hecho que provoca continuos parones de tráfico, trasiego de personas que intentan rebasar bordillos y carretera con sillas de ruedas muletas, andadores o bastón y, lo que es peor, retrasa incluso el paso a las ambulancias de traslado de Urgencias.

Entrar al hospital es todavía más complicado en fin de semana. La gerencia cierra la puerta de consultas externas -a nivel del suelo-, que no ofrecen servicio. La única opción entonces es acceder al centro por la planta -1, en la que se encuentra el vestíbulo principal, la cafetería y un mostrador de admisión. No hay ascensores exteriores. Solo se puede llegar a esa puerta por unas increíblemente incómodas y largas escaleras, dando un rodeo de más de 350 metros a través de dos rampas situadas en los laterales del edificio, o accediendo en coche, previa apertura de vallas por parte del personal de seguridad -hay que llamar por interfono-. El Hospital solo permite aparcar en esa zona si la persona con movilidad reducida es la que conduce. Si son acompañantes los que trasladan a la persona que necesita entrar al centro, advierten que hay que dejarlo en la puerta, aparcar en la zona superior y bajar por la escalera a «rescatar» al paciente. Algo especialmente complicado si solo hay un acompañante y el usuario que desea entrar necesita ayuda para desplazarse .

El primer hospital con el que se puede comparar el de Torrevieja -una concesión de Ribera Salud y la multinacional norteamericana Centene-, es el Hospital Vega Baja de Orihuela, con muchos más «achaques» por el tiempo -tres décadas-, y que mantiene su acceso principal abierto todos los días de la semana.

Según la dirección del Hospital, que atiende a una población potencial de unos 160.000 usuarios de Torrevieja y su zona de influencia en el litoral de la comarca, el acceso al interior del edificio está garantizado para todos los pacientes y acompañantes, independientemente de su restricción de movilidad, de lunes a domingo. Las personas con movilidad reducida que deseen acceder al centro durante el fin de semana (y no para ser atendidos por el servicio de urgencias), «pueden acudir en coche y aparcar con facilidad frente la puerta principal, en las plazas de aparcamiento de la zona -1 (uso restringido para personas con esta condición de movilidad). Las mismas fuentes admiten que valorarán iniciativas que mejoren «todavía más» la accesibilidad al edificio, de acuerdo a las características arquitectónicas.