Si algo simboliza por encima del resto de actos de la Semana Santa en Orihuela es su Procesión del Silencio, un momento de reflexión íntima que concentra cada año a miles de fieles alrededor de la iglesia de Santiago para ver salir, casi contar, uno a uno a los penitentes que, farol en ristre, serán la única luz que reciba esta ciudad durante la noche. Sólo ver el esplendor del traslado de un crucificado se entiende si, al menos, uno ha estado una vez y en esta noche en Orihuela.

La ciudad también vibra con bares llenos de gente, con fieles agolpados en las calles para vivir la que es sin lugar a dudas la noche más larga de la Semana Santa, donde la salida de madrugada del Cristo de la Buena Muerte, cada vez más íntimo, dará continuidad a un fenómeno que sobrepasa religiosidad, tradición y creencia para convertirse en un patrimonio inmaterial de los oriolanos. Saber por qué, con tanta devoción esperan en las calles este momento se hace difícil si, como repito, al menos uno no ha estado una -o cien veces- presenciando la salida de ese medio millar de hermanos que, como si fueran hormigas mudas, abandonan el templo precediendo a una imagen mientras la ciudad enmudece para escuchar solo el tambor seco que recordará el misterio de esta noche. Jesús ha muerto y Orihuela está de luto. Orihuela está en silencio.

El obispo Jesús Murgui cede su protagonismo, el que no quiere pero que recibe cada día que pasa, a la talla que José Puchol talló en 1795 del Cristo del Consuelo, una imagen que uno no sabe si es más bella si se contempla o si ve dibujada su silueta en cualquiera de los edificios que durante las tres horas de penitencia, dolor, respecto y silencio están por llegar. Las cámaras de los fotógrafos se disparan una y mil veces sin que existan dos imágenes iguales de esta noche y ese, probablemente, sea uno de los misterios más impresionantes de Orihuela, el que no se ve pero se presiente desde que al alba se ha anunciado que hoy es Jueves Santo.

Es la muerte de Jesús Crucificado y Orihuela se queda en penumbra para llorar. Y uno, a veces, sueña con ser uno de esos quinientos que sale con sus faroles de penitencia y de esperanza para alumbrar el casco antiguo. Son 500 almas que en un momento de penumbra, en una ciudad dormida, dan luz a los pensamientos mientras que a pocos metros, por qué no decirlo, Orihuela vive la otra Semana Santa, que tampoco dormirá esta noche y que conjuga dos sentimientos confrontados pero hermosos. Disfrutar de la religiosidad, de la tradición, de las noches que nunca se olvidan y de la amistad. En definitiva, de ser hermanos porque, eso, en definitiva también forma parte de la Semana Santa.

Quien está en Orihuela esta noche no se cansa de ver penitentes que no reparten caramelos, que caminan con las cabezas agachadas, que parecen aburridos pero entre los que uno no encuentra dos que sean iguales pese a una monotonía tan intensa que sólo en golpe de un tambor corta en una noche que, complaciente, reparte frío y calor según lo quiera vivir cada uno.

Es un día de fijarse poco en los símbolos de la Semana Santa, en el estandarte que bordó a mano Ascensión Pérez Córdoba; en la Cruz Guía e, incluso, en el obispo. Todos los ojos se fijan en el Cristo del Consuelo y en lo distinto que parece a cualquier otro día del año. Quizá sea un poco de fervor, quizá de religiosidad o, quizá, de popularidad, pero uno no puede pensar que es Jueves Santo y que Orihuela está recordando una noche que nadie puede perderse. Al cierre de esta edición la procesión todavía no había concluido. Se trata de la más larga de toda la Semana Santa dado que da una vuelta por toda la ciudad. Estaba previsto que, según la tradición, cuando la talla de Jesucristo volviera a Santiago, en torno a las dos de la madrugada, se realizara el acto de despedida en el que la Hermandad, presidida por Ignacio Martínez, dedica unas palabras a todos los fieles que les acompañaron durante el recorrido. También el obispo de la Diócesis suele intervenir en este acto para realizar una reflexión sobre la procesión y, en definitiva, sobre el significado de la muerte de Jesucristo para los cristianos.

A su conclusión, estaba fijada la salida de la Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo de la Buena Muerte desde la Universidad de Santo Domingo, como siempre, alumbrada por antorchas portadas por los nazarenos con hábitos color marfil y capucha marrón que acompañan al Cristo de la Buena Muerte. Orihuela está de luto.