Nuestro Padre Jesús salió ayer de la Iglesia de Santa Ana, con los últimos rayos de la tarde, y llegó al Santuario de la Virgen de Monserrate cerca de las nueve de la noche envuelto en un mar de gentes que se agolpan entre los que esperan y los que llegan con el nazareno. El culto a la imagen de José Sánchez Lozano (1941), sobre un trono de Rafael Grafía, es tan grande en Orihuela que han de precederle los otros dos tronos de la Orden Seglar, los de San Juan y La Dolorosa y los de la Agonía, para no quedar descolgados pese a representar momentos posteriores de la pasión, orden cronológico que sí se recupera para la procesión del Viernes Santo. A «El Abuelo», como cariñosamente se le conoce, no se le quiere nunca recordar un día de frío en Orihuela, ya sea marzo o abril, quizá sea por ese recorrido atestado de penitentes o por ese millar largo de alumbrantes que convierten a la Orden Franciscana y Seglar en uno de los pilares de la Semana Santa de Orihuela. Y es un día grande también para el barrio de San Francisco porque sus humildes calles son cada año las protagonistas de uno de los momentos más especiales de la Pasión oriolana, declarada de Interés Turístico Internacional por instantes donde es difícil distinguir entre tradición, fe, religiosidad y patrimonio. Quizá eso sea Orihuela. Una mezcla de muchos sentimientos.

Muchos vecinos llegan con sillas plegables, de comedor o cocina, tanto da, mientras comen pipas y charlando animadamente esperan la llegada de las túnicas granas con los capirotes de tiros largos hasta la cintura y las letras bordadas JHS que le dan una gran solemnidad a la Procesión. Los oriolanos suben hasta allí a pie para participar del rito de acompañar a la imagen y estar tan cerca de ella hasta poder tocarla, lo que termina a veces por molestar a los pacientes músicos que interpretarán sólo dos piezas a lo largo de un recorrido tortuoso, estrecho, largo y pausado hasta el templo de la patrona.

Estandarte

El estandarte de San Juan y la Dolorosa, acompañado de dos faroles y decenas de alumbrantes, dieron paso a las imágenes de José Sánchez sobre un trono de Rafael Grafía acompañada por su tercio de cíngulos azules. La imagen es sobrecogedora y representa el encuentro entre la Virgen y su hijo crucificado mientras San Juan es testigo de tanto dolor. Le seguía a poca distancia arropada por el segundo tercio, con cíngulos rojos, el estandarte del Cristo de la Agonía, otra de las imágenes que esculpió el imaginero Salzillo, de 1774, sobre un trono de Hermanos Martínez que portan costaleras de la Mayordomía. Cristo aparece agonizante en la cruz encomendando su alma al Padre.

Y después llegó la bandera de la Orden Franciscana Seglar dando paso al momento de más emoción que abre la Cruz Insignia «El abrazo de San Francisco», obra de orfebrería de Benedicto Martínez (1987) y, entre los nazarenos, el resto de elementos que los espectadores descubren y que preceden a la imagen: el escudo y los medallones franciscanos. En uno de los cuales se puede leer la leyenda: «Alégrate Orihuela, yo soy tu protector», por el anverso, y «Gloria a Nuestro Padre Jesús», por el reverso. Los alumbrantes dan paso a la imagen llevada también sobre costaleros que, como novedad este año, han vuelto a cubrir sus rostros en señal de penitencia. Y por una vez la Centuria Romana comparte honores en esta procesión con otra, con la Guardia de Honor de Nuestro Padre Jesús Nazareno.