«¿Sabes cómo se quitan los restos de caramelos de las ruedas de los tronos?». Preguntas como esta se han resuelto estos días en el Museo de Semana Santa de Orihuela, donde el bullicio ha sido un fiel compañero de decenas de cofrades a partir de las 8 de la tarde y, mientras sacaban brillo a los tronos y limpiaban estandartes, esperaban escuchar cómo «Los Armaos» comenzaban, a muy pocos metros de allí, el ritual de ensayos de todos los años con la lanza en ristre, vestidos de calles, ensayando los siempre complicados, los siempre imprescindibles bailes del caracol con el que se cerrarán de madrugada los desfiles procesionales.

«'Aladín'» es lo mejor para sacar brillo, asegura la presidenta de una de las cofradías sin dudar un momento cuando se le pregunta cómo relucen tanto todos los elementos metálicos de la Semana Santa. Cuenta cómo si fuera un rezo cómo cada día se van dando cita como un goteo en el Museo para esta labor callada y no siempre bien agradecida de aquellos que encuentran entre estas cuatro paredes un momento de encuentro, de risas y confidencias con otras cofradías.

Cena

Y cada noche los miembros de cada cofradía terminan reunidos alrededor de los alimentos que han llevado cada uno para hacer una cena casi de campaña. Tortilla, habas, algún refresco, algo de pan, queso,... Y a continuar el trabajo mientras se acercan las diez de la noche y esperan, en silencio, escuchar las voces de los Cantores de la Pasión que les sacará de allí, como encantadores, y a los que acompañarán por Orihuela, de puerta en puerta, de casa en casa hasta la medianoche, escuchando esas voces celestiales que invitan a vivir la Semana Santa, que anuncian los ocho días del año que todo el mundo espera. Más de una puerta se abrirá para dar cobijo a cantores y acompañantes. Caerá chocolate caliente, alguna mona y mistela mientras los propietarios disfrutarán de un pequeño concierto en su casa. Minutos de gloria y pasión.