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A Sotavento

El mal de la cabra

El mal de la cabra

No cabe ya ni un alfiler en ese amor tan denso y desesperado. Es como el mal de la cabra. Ya se sabe: cuando más corría el animal, más le dolía y, si paraba, reventaba.

Me refiero a los políticos y vecinos que manifestan por doquier sus desmedidos sentimientos amorosos a Torrevieja, la unidad a ultranza de España y la uniformidad de sus gentes. Dicen tener tal fervor por la tierra, las cosas y las causas de este país que califican de piojosos a quienes no van tras sus banderas y tambores y se niegan a bailarles el agua. Es más, les amenazan con las siete plagas de Egipto, con el caos total e, incluso, con el diluvio universal.

Me centro en las huestes del PP, a todas las escalas. Fue el pasado mes de junio cuando perdieron los populares el poder municipal en Torrevieja y, desde entonces, andan todos alborotados por volver, volver... El cogollo de los exgobernantes de este pueblo y sus numerosos mariachis confían en recuperar el mando un día de estos.

Están, pues, pendientes de los movimientos tácticos e incluso tópicos, aunque se produzcan en la Conchinchina, para ver de extrapolarlos a nivel local.

Mientras tanto, como nunca han ejercido de oposición y tienen mucho por callar, siguen dando palos de ciego como si fueran de farra. Se producen intervenciones sonadas en este pueblo, como la protagonizada por el diputado nacional, Joaquín Albaladejo, cuando al dejar el acta de concejal y sin indicio alguno de haber abusado del tequila, vitoreó a la Purísima, la Virgen del Carmen y a Torrevieja. Se olvidó de San Emigdio, copatrón de la ciudad, arrinconado aquí por recordar el catastrófico terremoto de 1829.

Pretendo relacionar el batiburrillo local con el general y me pierdo analizando hasta donde alcanzo lo oído, leído y visto esporádicamente en TV, a pesar de huir de los programas protagonizados por políticos porque me dan casi el mismo asco que la TVE.

Encuentro, eso sí, una situación nueva, diferente y recuerdo el pasado. Me tocó vivir la Transición, cuando la clase política hizo de tripas corazón logrando un acuerdo para dejar atrás la lacra de un país masacrado por una Guerra Civil y cuarenta años de Dictadura. Con la perspectiva del tiempo, aquello fue un mal menor, donde para conseguir una Democracia, todavía sin lograrla del todo, se tuvieron que enterrar las banderas republicanas, entrar en la OTAN y en Europa. Luego... llegó el desencanto.

Aquel «arreglo» fue motivo durante años de muchos «eulogios», como dijo un alcalde de mi pueblo, aunque en su momento no dejó contentos a unos ni a otros, pero todos cedieron a la hora de empujar el carro para sacarlo de aquel charco mucho más embarrado que el actual. Resulta difícil hoy en día imaginar la posibilidad de sentar en una mesa negociadora para buscar la gobernabilidad del país al Franquismo con una organización terrorista o banda como motejaba el poder a los que estaban fuera de sus leyes. En el año 1976 los clandestinos miembros del PCE llevaban hasta rabo, pero no hubo más remedio que negociar con ellos.

Muchos años después, la derecha está empecinada en impedir un pacto entre el PSOE y otros partidos de izquierdas cuya legalidad nadie cuestiona. Todos pueden ir cogidos de la mano. No están tan alejados los unos de otros como lo estaban los franquistas y los comunistas entonces.

A las tres últimas elecciones los votantes acudieron a las urnas con el deseo de echar al PP. Ocurrió en Torrevieja. Aquí, en un pueblo donde todo es más difícil todavía. Se unieron seis partidos y gobiernan cinco. Cada uno de una leche. Aún y así lo consiguieron.

Por eso dificilmente se perdonará el fracaso de no lograr un acuerdo para formar un gobierno estable. Cualquier otra solución sería interpretada como un fiasco para posibilitar al PP seguir en el «machito» tras haberse comprobado la magnitud y extensión de los que eran estafadores.

Sin saber de encajes de bolillo los políticos de este pueblo han hecho una cubierta de cama. Puede durar si no la desgarran tirando de ella cada uno por su lado. Se supone que los políticos en Madrid son mas competentes en lo de tejer.

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