La Vega Baja hizo ayer patria con la ruta senderista «El Mirador de la Vega», la cual ha sido puesta en valor por Convega mediante un taller de empleo que ha permitido su homologación, convocando ayer a unas 700 personas en su inauguración. La mañana arrancó en la Ermita de la Virgen de la Salud de Redován enfilando la empinada Cruz del Relojero, inconmensurable atalaya que domina toda la Vega, tras lo cual se descendió a la Cueva Ahumada, de gran confort para picnics y barbacoas, a través de un acusado desnivel que ahora goza de algunas cuerdas y barandillas de madera donde apoyarse.

Si bien la atomización del Bajo Segura, compuesto por cuantiosos municipios, pedanías e infinitos núcleos poblacionales diseminados, suele ser un problema para aunar voluntades y acreditar peso político, ayer esta peculiar configuración territorial permitió la ventaja de poder caminar por varios términos limítrofes que ofrecen la diversidad de un auténtico «mini-país» con sugerentes enclaves como el Bancalico de Los Moros, la Cresta del Palacio o el Barranco del Lobo.

Aunque la ruta recuerda las imposiciones del AVE que para siempre han cicatrizado la comarca, también anima a hacer de la necesidad virtud y perfila un potencial turístico que explotar en los próximos años.

De hecho, se atraviesan focos de interés cultural como el Aula de la Naturaleza de la propia Cueva Ahumada, o los Museos de la Semana Santa y del Cáñamo de Callosa, sin olvidar la riqueza de su flora (hay una microrreserva) y fauna.

De hecho, en pleno invierno lució un día primaveral y el olor a tomillo embriagaba en el escarpado y árido rumbo hacia la sorprendente cantera de Cox, tras el Castillo de Santa Bárbara de este municipio. Todo ello, una vez superada la planicie de la huerta de Callosa, y desde la cual se divisa la Iglesia de San Roque y se verifica a modo de postal el por qué del lema turístico callosino de «Sombra de Sierra, corazón de huerta».

Almojábenas

Para terminar, ya en el Parque de San Isidro cojense, no faltó otro guiño del gusto autóctono, y de herencia morisca, a la jornada, con el reparto de almojábenas, que endulzaron a los senderistas el último y generoso avituallamiento junto con fruta, líquidos y otros alimentos, mientras que varios autobuses llevaron a los caminantes al punto de partida.

Aunque el tramo de ayer comprendió unos 12 kilómetros, la ruta permite completar de manera circular un total de 20, y no hubo incidentes pero sí algún abandono temprano y un par de mareos que no pasaron a mayores.

«El Mirador de la Vega» abrió el telón con la bienvenida de las autoridades y la organización, recordando la Federación Valenciana de Deportes de Montaña y Escalada, mediante su vicepresidente Antonio González Davó, que hay unos 12.000 kilómetros de senderos de diferentes niveles homologados en la Comunidad, que a su vez cuenta con 13.000 federados. A ello hay que sumar la gran cantidad de gente que lo practica sin federarse, la cual se calcula que puede llegar al medio millón en la Comunidad, al ser saludable, barata y asequible para casi todas las edades, aunque se demanda mayor afiliación para continuar adecuando pistas y promocionando la actividad.

Además, la vecina Elche acoge la sede de la federación autonómica, y de hecho ayer también se escuchó el valenciano en muchos caminantes del Baix Vinalopó que disfrutaron la ruta.