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Bascuñana marca el ritmo

Bascuñana marca el ritmo

La pelea que Ciudadanos, PSOE y Cambiemos Orihuela protagonizaron en el pleno del pasado jueves debió verse por el alcalde, Emilio Bascuñana (Partido Popular), como un triunfo porque los tres grupos municipales que tienen que ponerse de acuerdo para echarlo de la Alcaldía (él sólo tiene 11 de los 25 ediles de la Corporación) siguen echándose los trastos a la cabeza a la menor ocasión y en público. Y mientras tanto, él, con o sin presupuesto, sigue tomando las decisiones sobre hacia dónde va la ciudad, que es hacia ningún lado por lo que parece; o, si lo está haciendo, no lo sabemos porque de lo único que ha dado gala es de fantasear sobre algunos temas: como la propuesta de Patrimonio de la Humanidad (esto no aparece ni el programa electoral que el PP prometió hace siete meses a sus posibles votantes) ni se sabe en qué consiste; y de su capacidad para pedir ayudas de todo tipo como aquello del cuento de la lechera: 15 millones de euros a la Unión Europea (la ciudad pondría otros 15 millones para ejecutar iniciativas que ya se le ocurrieron a Mónica Lorente hace dos mandatos) y 19 millones de euros a la Generalitat para temas de medio ambiente, según dijo en la última sesión de pleno el edil Miguel Ángel Fernández.

Por desgracia para Orihuela, cuando en un pleno lo más interesante que hay es cambiar el nombre de una plaza después de una sesuda discusión de 40 minutos, lo único que queda son los gestos que no la gestión que se hace y de eso sí dio y para mucho la sesión. Para reiterar, por ejemplo, que el PSOE y Cambiemos son como el gato y el agua no sólo a la hora de pensar en gobernar, también a la hora de ser oposición porque no suman, restan sus esfuerzos (ahí estaba el portavoz de Ciudadanos para leer entre líneas cómo el PP le hizo el trabajo sucio al PSOE para que no prosperara una enmienda de Karlos Bernabé a una iniciativa socialista). Y también para darnos cuenta que Ciudadanos comienza a dar la sensación, cada vez más acuciante, de querer ser gobierno pero no sabe cómo. De hecho, es el único grupo que tiene un portavoz que tiene las cosas claras sobre cómo se debería gestionar la ciudad pero como ni le preguntan ni parece que a nadie le importe lo que piense se tiene que limitar a dar doctrina (y mucha) y sensatez al resto un jueves al mes. El pacto firmado en julio del pasado año con Emilio Bascuñana le dio al regidor lo que necesitaba: sueldos para trabajar y para sus conseguidores como agradecimiento, pero sirvió para poco más si de lo que se trataba era de construir ciudad. Eso lo demuestra el hecho, ya contado por este periódico, de que de poco sirivó que el líder del PP se comprometiera en aquel acto de unidad a trabajar juntos, a tener en consideración, por ejemplo, a la edil Luisa Boné (C´s) para cualquier asunto de la costa o a planificar Orihuela desde un esfuerzo más colectivo como es el que da ser una mayoría absoluta. Todo eso se ha incumplido. Pero la deriva da la sensación que va a ir a peor.

Ocho días atrás, López-Bas dio una rueda de Prensa para explicar cuáles eran las condiciones que había puesto sobre la mesa al alcalde para aprobar el presupuesto y hasta este viernes no sólo no es que no hubiera recibido respuesta, es que el concejal de Hacienda, Rafael Almagro (PP), dijo en el pleno sobre una de sus propuestas -la que hacía referencia a la Relación de Puestos de Trabajo- que para antes del verano nadie se espere nada porque si habían estado así 20 años? ¿qué problema había por estar seis meses más?. Cuando, recuerdo, era una condición para aprobarles el presupuesto.

Quizá a estas alturas a Bascuñana ya ni siquiera le preocupe mucho que le aprueben el presupuesto de 2016 y si este le gusta o no a unos socios de gobierno que se siguen diciendo oposición aunque muchas veces no lo parecen. En cualquier caso, el PP siempre tendrá al final la prerrogativa, como ya la tuvo su antecesor en el cargo, Monserrate Guillén (Los Verdes), de llevar las cuentas a pleno (eso si el interventor les da el visto bueno, algo que cada vez parece más difícil), perder la votación y someterse a una moción de censura que, difícilmente prosperará porque los tres que tienen que irse a un notario para hacerla realidad no están por la labor.

El viernes el alcalde anunció otro pedáneo, el de San Bartolomé (Manuel Ortuño) y aún le faltan unos cuantos más por designar, pero parece que cada vez que nombra a uno, sabiendo como sabe que Ciudadanos está como loco por colocar hombres y nombres en pedanías estratégicas, les está sometiendo a una labor de desgaste. Y ahora, insisto, a estas alturas ya parece que sea más Ciudadanos el que lo vea como alguien necesario (sentirse importante en Orihuela) que lo que le preocupe al PP el contar con sus votos. A fin de cuentas, Guillén aguantó cuatro años en minoría y, ahora, lo mismo podría hacer Bascuñana con una diferencia: en la legislatura anterior no había votos suficientes para echarlo por mor del transfugismo (que uno sigue dudando que existiera) pero en esta lo hay pero los gallos no se ponen de acuerdo. Y, mientras, Bascuñana marca el ritmo.

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