«Torrevieja es el ombligo del mundo». Así definió a este pueblo Francisco García Hortal el año que pregonó las fiestas culturales de invierno en el Casino de Torrevieja. Persona de dilatada trayectoria, director de diversos aeropuertos nacionales, entre ellos el de Barajas, con múltiples contactos, conocimientos del pasado y presente, Paco, como por aquí le llamamos, aunque también se le conoce como «el marido de Finica Sala», no fue en aquel lejano pregón tan exagerado, como en un principio creí. El tiempo le ha dado la razón, aunque le faltó matizar. No es que Torrevieja sea el ombligo del mundo, o lo «más grande que ha parido madre», en la versión de Manolo Baeza, el popular «Manolón» de la polifacética saga de «Los Diablillos». Ocurre que algunas entidades locales si se han creído y siguen creyéndose ser el ombligo de la ciudad.

De otra forma no se entendería el problema surgido con la Junta Mayor de Cofradías de la Semana Santa Torrevejense (JMC). No me refiero al estado de la lucha soterrada actual en el seno de esta entidad, donde sus mas significativos miembros se comen el chocolate de espalda.

Me llama la tención que pesar de sus problemas internos se manifiesten como una piña a la hora de hacer frente común contra el gobierno municipal del pentapartido por el tema del llamado Museo de la Semana, un edificio con dos sótanos planta baja cuatro alturas y ático donde por la gracia del exalcalde Pedro Ángel Hernández Mateo se invirtieron mas de cinco millones de euros del llamado Plan Confianza.

Hasta la anterior corporación del PP, por sentido común y de ahorro en alquileres, ya adelantó su intención de no dedicar la totalidad del amplio edificio para instalar en él, el patrimonio religioso, los bártulos, unos cuantos despachos e imágenes de las cofradías -aunque muchas de ellas se veneran en las iglesias torrevejenses y no se van a mover de ahí-.

En aquella ocasión a los Hermanos Mayores, no se les oyó decir ni pio, al contrario, se limitaron a responder con un solemne Amén y asegurar que ya convencerían al gobierno local de lo contrario. Ahora arremeten contra la autoridad civil acusándola de querer enviar a los cristianos «a las catatumbas». En cualquier otro lugar podría parecer un contrasentido que una entidad religiosa, con importantes subvenciones municipales , y un museo más que decente construido hace más de 20 años, cedido por el Ayuntamiento a la Junta Mayor, salga ahora por peteneras y encima presionando por no estar de acuerdo con los espacios ofertados para cambiar de sitio.

La amenaza se las trae. Amagan con quedarse donde están, junto a la Avenida de Baleares, a pesar de que tampoco es una decisión que puedan tomar de forma unilateral -el Ayuntamiento quería trasladar allí el archivo municipal y evitarse el pago de otro cuantioso alquiler -9.000 euros al mes-. Tan importante se ha llegado a sentir los de la plana mayor de JMC que incluso una vez, hace ya años, intentaron ningunear al Párroco del Templo de La Inmaculada. Pincharon en «hueso» y aquel cura les puso firmes. Por cierto, en aquella ocasión (como en muchas otras) me metí en aquel bancal regado, es decir en camisas de once varas.

Salí bien parado del «fregao» pues fue motivo, por una vez en toda mi vida, de recibir una felicitación por una reseña. Me llegó por escrito y además la firmaba el sacerdote de marras. No solamente las organizaciones creadas a la sombra del campanario se atribuyen ser los reyes de mambo incluidos los llamados Hijos de La Inmaculada. Durante mucho tiempo se arrogaron de serlo los de la Unión Musical Torrevejense. Su actual junta tiró por la borda este tipo de tufo de aldeanismo. Otras entidades siguen porfiando en su rancio localismo baratero con su desmedido afán de protagonismo. ¿Qué habremos hecho para merecernos esto?