Ycantaba el Dúo Dinámico: «Jóvenes, éramos tan jóvenes; soñabas tú y soñaba yo...». Han pasado los años -muchos- y seguimos en lo mismo: soñando. El otro día escuché a uno de los aspirantes a gobernar este país que uno de sus objetivos es impulsar/fomentar la Formación Profesional para tratar que los chavales no abandonen sus estudios -somos uno de los países europeos con más fracaso escolar- y que, a ser posible, los que en su día los dejaron vuelvan a las aulas. ¡A buenas horas mangas verdes!, aunque no es menos cierto que ¡nunca es tarde si la dicha es buena!.

Mirando a mi alrededor y, viendo cómo pinta el presente y, sobre todo, el futuro, no tengo más remedio que aplaudir a aquellos jóvenes que, adelantándose a éste político iluminado y visionario, decidieron reconducir y reorientar sus vidas volviendo a enfundarse el traje -¡que no el disfraz!- de estudiante e hincar codos para tratar de labrarse un futuro mejor o, por lo menos, más acorde con sus expectativas vitales. Chavales que fueron seducidos por «el lado oscuro» (dinero fácil, pero muy «currao» sobre todo en la construcción), que no la vida fácil, porque aquí nada lo es y sólo Ramonet vendía duros a cuatro pesetas.

No hace mucho, camino del archivo municipal, pasé junto al edificio de la UMH, cercano al Convento de las Salesas, del que el campus universitario oriolano toma su nombre, y vi chavales que, en la escalinata, charlaban animosamente, pero también a otros más «talluditos» que, según escuché, preparaban la Prueba de Acceso a la Universidad para mayores de 25 años. ¡Me quedé con la boca abierta y me dio un «subidón» de adrenalina de órdago a la grande, porque se trata de gente que tiene trabajo, más o menos estable, pero que quiere crecer y, si es posible, cambiar de vida!. No hablo de chavales que le han visto las orejas al lobo, hablo de jóvenes que aspiran a más, a algo más. Chavales que no quieren estancarse, aunque pudiera pensarse que se les ha pasado el arroz, pero nada más lejos de la realidad, ya que ni siquiera se le ha pasado a aquellos que, incluso con hijos, cogen libros y apuntes para preparar exámenes en la Universidad a Distancia. Y en ese momento me acordé de una mujer -entonces esposa, ama de casa y madre- que, con mucho esfuerzo y robándole horas al reloj, consiguió su objetivo: licenciarse en Derecho, por la UNED, y ser la primera mujer de la comarca en conseguirlo. ¡Sí, hablo de María Francisca Galante!.

¡Esos chavales, y los no tanto, merecen la pena!. No hace falta que venga el político de turno a decirles lo que tienen que hacer, porque ellos -los jóvenes- lo saben y con tesón, muchas veces sin ganas, otras sacrificando amigos y fiestas, se encierran entre cuatro paredes para buscar una salida, su salida. Rajoy, Sánchez, Rivera o Iglesias, me da lo mismo, no les van a enseñar el camino a seguir, porque el camino, como dijo el poeta, se hace al andar y estos jóvenes, que sueñan -como todos soñamos-, hace tiempo que empezaron a andar, puesto que no les gustaba -ni les gusta- el panorama que veían y, en su rebeldía, no querían -ni quieren- vivir una vida que no sea la suya, por lo que están dispuestos a asumir los retos y riesgos que sean precisos, pero con la convicción de que son suyos, sus retos y sus riesgos.

En mi cabeza hay un ejemplo concreto, aunque podría citar más, muchos más, pero me he parado en éste porque de él se pueden extraer muchas conclusiones y ninguna negativa, todo lo contrario. Sacrificio, tesón, entrega, ganas? podríamos apuntar un sinfín de adjetivos para definir lo que son capaces de hacer nuestros jóvenes, aunque son conscientes de los sinsabores que conlleva esos sacrificio, tesón y entrega. Hay quien piensa que volver a los libros es muy difícil, pero el caso que me ronda demuestra que, con ser cierto, se puede conseguir y la verdad es que hay mucha más gente empujando para «desembarrancar» el carro y volver a colocarlo en la carretera, que, como cantaban Los Beatles, será larga y tortuosa, pero una carretera que merece la pena recorrer.

Ellos -nuestros jóvenes- están poniendo de su parte, ahora les toca a los Bascuñana, Sironi, Almagro y su grupo, o a los Carolina, Zapata, Ruiz y el suyo y, cómo no, a López-Bas, Ezcurra y Boné, sin olvidarnos de Karlos y Guillén, quienes -trabajando juntos- pongan de la suya, posibilitando que los jóvenes puedan soñar con una Orihuela mejor, su Orihuela -¡es su turno!-, de la que no se vean obligados a emigrar para ganarse un plato de lentejas. «Vuela libre, vuela alto y sueña, sueña» (Neil Diamond). ¡Chavales, continuad en la brecha, marcando el camino, porque otros, seguro, os seguirán, por muchas obstáculos que haya y muchas veces que tropiecen, ya que, como dijo Miguel Hernández: «la juventud siempre empuja, la juventud siempre vence, y la salvación de España de su juventud depende»!.