El personal, como siga por ese camino, va a terminar más «sonao» que las maracas de Antonio Machín. Rebuscando en el baúl de la memoria y en mis archivos me han venido a la cabeza dos cuestiones. Una, la que suele decir Antonia Moreno, «cuando un tonto coge un camino, el camino se acaba y el tonto sigue». La otra es a modo de pregunta, o duda -como se quiera-, que me asalta desde hace unos días: ¿Quién ha invadido a quien?.

En cuestiones de política y de territorialidad tengo muy asumido que sólo debo escribir de Oleza, aunque, alguna vez, lo he hecho de otras poblaciones de la comarca. Y todo porque no me gusta meterme donde no me llaman, por aquello de que «cada perrico se lama su?», pero es que -¡joder!- el nuevo presidente de los catalinos/polacos me lo ha puesto a huevo y no he podido resistirme, aunque me consta que lo que yo diga en esta tribuna no va a ninguna parte, pero, por lo menos, me quedo a gusto diciendo/escribiendo lo que creo, con respecto a un asunto que -no sé si por suerte o por desgracia- ha desempolvado el «molt honorable president» de «Catalonya is not Spain». Dice mi amigo Carrillo -padre de Vanesa y suegro de David- que tengo «buena pluma» -¡repito, es mi amigo!-, pero me dejó claro que se refería a la hora de escribir, no a otra clase de pluma. Y esa consideración me ha animado a meterme en este charco. Así es que, ¡al toro que es una mona!.

Mosén Puigdemont, don Carles -Carlos para quienes no gustamos de utilizar habitualmente la lengua de Pujol, don Jordi el presunto «trincón»- tiene grabado a sangre y fuego en su hoja de ruta echar a «los invasores» de la República Independiente de su casa, digo, Catalonya, que es como su cortijo, como antes lo fue del señor Mas, Arturo. ¡Ay Tarradellas, don José, no levantes la cabeza porque te morirías otra vez, pero de vergüenza!. Y me asalta una duda razonable, sin acritud y de buen talante -que diría González, don Felipe, exsecretario general del partido que ahora lidera el «díscolo» Pere -se pronunciaría Pera- Sánchez y que busca cohabitar políticamente -desconozco si compartirán tálamo conyugal- con los Podemos de «monsieur» «coleté» Pablo Iglesias, quien parece estar por labor de que el territorio español, uno de los más antiguos de Europa, pase a mejor vida y tan solo sea un mal sueño para los catalano/andaluces/manchegos/asturianos/vascos/gallegos/valencianos/extremeños que, a lo largo de la historia, han contribuido/ayudado a generar riqueza en aquellas latitudes. Estos no son «invasores», como los Cruyff (holandés), Neeskens (holandés), Quini (asturiano), Zubizarreta (vasco), Marcial Pina (ilicitano), Maradona (argentino), Asensi (alicantino), Migueli (ceutí) o, ahora, los Luis Enrique (asturiano) Rakitic (croata), Dani Alves (brasileño), Arda Turán (turco), Rafinha (brasileño), Munir el Haddadi (madrileño), Adriano (brasileño), Vermaelen (belga), Mathieu (francés), Mascherano (argentino), Bravo (chileno), Ter Stegen (alemán), Iniesta (manchego), Neymar (brasileño), Messi (argentino) o Suárez (uruguayo). Estos no son «invasores», son «emigrantes» o, tal vez, «inmigrantes», que vinieron y han venido a Catalonya a ganarse el sustento y ayudaron, y ayudan, a que el Barça sea un club grande que, sin ningún rubor, se ha metido en política (recordemos el mensaje de su presidente, el imputado por presunto trincón Bertomeu, don José María, al muchacho Puigdemont).

¡Hablando de «invasores»!. ¿El dinero es invasor o inversor?. Lo vengo a decir porque en el año 1992 los catalinos/polacos no tenían miramiento alguno en pedir a sus «colonizadores» perras para «emparejar» la imagen de la ciudad -Barcelona- y, así, poder organizar «los mejores Juegos Olímpicos de la historia», como dijo un catalán que presumía de ser español, Juan Antonio Samaranch, quien, por cierto, fue embajador de España en la extinta Unión Soviética, de 1977 a 1981. En fin, hay muchos polacos que se sienten orgullosos de serlo y que, además, no tienen ningún problema en airear que son españoles y que son bastantes más que los que se les abren las carnes cuando escuchan hablar de España. ¡Y no digamos nada cuando la nombran; les salen espumarajos por la boca, como a la niña del Exorcista!.

¡Hablando de «invasores»!. El Cardenal Belluga si colaboró -¡y en qué medida!- a que se repoblaran tierras con gente de «extraña procedencia», cuando, a principios del siglo XVIII, colonizó Orihuela y la Vega Baja con catalanes, la mayoría de ellos «convictos delincuentes», según las crónicas de la época. ¡Estos si eran invasores y lo demás son tonterías!. Sin embargo, como sucede ahora en Catalonya, que pertenecía a la Corona de Aragón, aquella gente que hablaba «raro» contribuyó a que el sur de Alicante floreciera, ¡coño como ahora les pasa a ellos con nosotros!. ¿Quién ha invadido a quién?. ¡Nosotros a ellos o al revés!. Se lo tengo que preguntar un día al «coletas», que de esto debe «entender». ¡Espera, espera!; ¿se referirá mosén Puigdemont a la serie televisiva de los años 60?. ¡Si, esa, «Los Invasores», en la que los «protas», venidos de otros mundos, comían ratas!. ¡A mí me gusta el arroz con costra, entre otras cosas, no los roedores!.¡Se referirá a otros invasores, seguro!. ¿Comerán los catalinos/polacos tortilla de patatas/española y paella?. ¡Amigos para siempre!, que cantaban Los Manolos.