Aceras en las que apenas caben dos peatones, otras que directamente están formadas tan solo por los apenas 20 centímetros de grosor que mide el bordillo que separa la pared de los chalés del asfalto, postes de teléfono con numerosos cables sueltos a baja altura o bocas de incendio que obligan a continuar el trayecto por la calzada.

Estas son tan solo alguna de las quejas en la urbanización oriolana de Montepinar, donde los trabajos de reurbanización de la zona se encuentran en su fase final tras años de obras, parones y retrasos. «Una auténtica chapuza», como califica Maria Dolores Fabregat, una de las propietarias de una vivienda en la zona, y que no se explica que «con todo lo que hemos pagado, en mi caso más de lo que me costó el chalé, el resultado sea este. Me fui de aquí en Navidad, porque no aguantaba las obras, y al volver, no me podía creer el resultado».

El Proyecto de Reforma Interior e de Montepinar («el de nunca acabar», critica) fue aprobado por el anterior equipo de gobierno, al inicio de la legistatura en 2011 por un montante de 10 millones de euros que tendrían que asumir los propios vecinos de su bolsillo. En su momento, el proyecto ya despertó las críticas vecinas por su elevado coste y, como ya publicó este diario, por no ajustarse a las necesidades de la urbanización.

Ahora, tras más de tres años después de que comenzasen las obras (no se iniciaron hasta 2012), el resultado no ha sido satisfactorio para alguno de ellos. «Hay cosas que no se entienden, no hay sitio para caminar. Las aceras son muy estrechas y cuando pasas al lado de farolas, papeleras... apena cabe una persona», apunta Fabregat, en las inmediaciones de la calle Cuenca. Lo mismo ocurre «cuando llega el autobús para recoger a los niños del cole. Son muchos, y acaban andando por las calles, poniéndose en riesgo. La instalación de bocas de incendio justo en mitad de la acera obliga a todos, «viandantes, carricoches... a bajar», lo que complica «algo tan simple como dar un paseo por la urbanización».

Fabregat pide a los demás vecinos que se unan para exigir mejoras al Ayuntamiento, ya que «la unión hace la fuerza. Además, no entiendo cómo el alcalde, que tiene aquí una casa, o la concejal de Educación, Begoña Cuartero, no han hecho nada para mejorar esto», pese a que el proyecto fue aprobado por el anterior gobierno.