Este sería uno de esos casos, tan recurrentes en ciudades grandes, de historias de soledades que pesan hasta la muerte. De vidas solas y de muertes en soledad. Pero en esta historia lo que destaca es «Sofi», la pequeña perra rastreadora que no quería despegarse de su dueño. Que no entendía por qué no se movía del sofá a pesar de su insistencia. A pesar de ladrar y ladrar invitándolo a la vida que disfrutaba con él. Siempre funcionaba su alegría moviendo la cola, sus saltos y su mirada expectante para que ese hombre abriera la puerta y salieran a pasear, para que le hiciera un gesto, una caricia. Por eso seguía ladrando Sofi. Se dejaba tocar pero no permitía que los efectivos de emergencia se acercarse al cuerpo sin vida de su dueño. Solo la ayuda improvisada de otros vecinos que introdujeron a sus mascotas en el inmueble para distraer al animal, permitió que saliera de la casa y las fuerzas de seguridad arreglaran esas cosas de humanos.

El fallecido era un residente ruso de 52 años. Todo apunta a causas naturales como causa del fallecimiento. Se sabe que estaba muy afectado por la pérdida de su mujer hace ocho meses. Lo contaban los vecinos de la urbanización Rio Mar, situada en primer línea de la costa pilareña.

Las primeras indagaciones apuntan a que la perra, que contaba con comida y agua, estuvo custodiando a su dueño durante más de un día. Por eso esta historia es de «Sofi». De su lealtad. De su compañía incondicional. De su entrega al compañero humano o a su dueño, como lo queramos llamar.

Ahora Sofi, que seguirá sin comprender por qué no está con su dueño, está custodiada por la Policía Local. Una solución provisional hasta que pueda ser adoptada. La protectora de Pilar de la Horadada cuenta con un eficaz programa de adopciones. De momento «Sofi« tiene ya, por méritos propios, un inmejorable curriculum.