Un giro de 90 grados, una línea continua, una señal de limitación ¡a 20 kilómetros por hora! y una advertencia de curva peligrosa. Todo eso se une en un tramo de no más de 150 metros en las inmediaciones del centro comercial Ociopía de Orihuela y parece como reclamo diario para que decenas, qué digo decenas, cientos de vehículos, cometan, al final una infracción para evitar pisar sobre uno de los duros resaltes del asfalto que está colocado, en teoría, para obligarles a disminuir la velocidad. Sólo hay un problema, el desnivel en la calzada no está puesto en el carril correcto, sino en el contrario o bien nadie sabe para qué se puso allí.

Lo que aquí descubrimos no es una «chapuza» colocada ayer mismo. Lleva años, tantos años que los conductores más veteranos de Orihuela sacan dos cuando no las cuatro ruedas de su vehículo al carril contrario para evitar esa insoportable sensación de que ese obstáculo colocado en la calzada no tiene más funcionalidad que la de acelerar la muerte de cualquier amortiguador.

El diario INFORMACIÓN constató, como puede hacerlo cualquiera de ustedes cualquier día del año a la hora del día que sea, cómo los coches cometen una infracción del Código de la Circulación porque el Ayuntamiento, en este caso, colocó en su día mal un método de reducción de la velocidad donde no debía.

Y todo ello porque al salir de la curva, la larga recta que ve el conductor, con los vehículos que vienen de frente a una larga distancia, le permite la frivolidad de saltarse una línea continua y evitar algo de sufrimiento a su vehículo que, tal y como están las cosas y el precio de una reparación en cualquier taller, no es moco de pavo.

Horquilla

La curva, evidentemente, es peligrosa y en ambos sentidos, pero los dos resaltes están colocados en la horquilla exterior. Uno antes de entrar a ella y el otro al salir que, evidentemente, ya no es necesario.

En cambio, en el trazado por el interior no hay un desnivel que obligue a disminuir la marcha por lo que muchos conductores que entrar con algo de velocidad cortan su trayectoria por las filas de aparcamiento que habitualmente están vacías. Sólo hay que observar las huellas de los neumáticos para comprobar que esto es así.