Político inteligente y controvertido. Docente por naturaleza. Practicante de la más fina ironía. Sonrisa contagiosa, persuasivo. A veces agresivo y visceral. A veces polémico. Para algunos loco, por imprevisible, por consecuente. Elegante siempre. García Ortuño. Todo personalidad. Todo un personaje. Compañeros en la Facultad de Derecho de Murcia recuerdan que era capaz de salir de jarana como el que más la noche antes de un examen y arrasar al día después en la prueba. Brillante. Hacía lo que tenía que hacer.

Todavía no había cumplido los treinta cuando se convirtió en uno de los alcaldes más jóvenes de la recién estrenada democracia española. Era 1979 y lideraba la lista de la UCD de Adolfo Suárez en Orihuela. Obtendría catorce concejales García Ortuño y una mayoría absoluta que le permitió asumir la vara de mando con cierta comodidad política en el gobierno municipal, aunque en condiciones de gestión de extrema dificultad. Eran años de parálisis económica, de franca decadencia de Orihuela como referente en la provincia. «No hay un duro», sería lo primero en declarar el joven alcalde en las páginas de INFORMACIÓN al echar un vistazo a la contabilidad municipal. Así de rotundo. Así de claro.

La fractura interna de UCD le pasó factura con una moción de censura encabezada por el PSOE a finales de 1982. Renunció entonces al cargo respaldando además la candidatura del socialista Antonio Lozano, quien sería alcalde unos meses. Nuevas elecciones municipales dejarían después como vencedores a la coalición de derechas liderada por Alianza Popular, pero fue otra vez García Ortuño, cabeza en esta ocasión del CDS, quien permitió la investidura del socialista Vicente Escudero. Hacía lo que tenía que hacer.

Moción de censura

Su apoyo acabó dando un bandazo, y casi agotado el mandato respaldó la moción de censura que liderada por Luis Fernando Cartagena llevó a éste a la Alcaldía. Eran los años del desarrollo urbanístico de Orihuela Costa, de calificaciones y recalificaciones, de intenso tráfico de empresarios inmobiliarios en el Ayuntamiento. Y fue ese un error del que siempre se arrepintió. Porque, cosas del destino o de la política en Orihuela, poco tardó en sentirse traicionado por Cartagena y engañado por el reparto territorial de la Orihuela costera entre promotores urbanísticos de la zona. Aquellos «Cuatro Jinetes del Apocalipsis» que sacaba a relucir a poco que diera pie la conversación. Muchos pensaban que hablaba el García Ortuño de los excesos. Lo hacía con conocimiento de causa.

Dejó la política, entre el hastío y la impotencia. Puso tierra de por medio y sacó plaza de funcionario en La Coruña. Más de diez años se mantuvo alejado de Orihuela, como en el exilio. Hasta que regresó para quedarse ejerciendo como profesor de relaciones laborales en la Universidad de Murcia , y retomar una actividad política que era más fuerte que él. Se hizo con las riendas del desbaratado PSOE y encabezó su candidatura como alcaldable. El resultado no fue bueno, pero su estilo de oposición dejó huella. Lo suyo era no dejar indiferente a nadie, bien lo saben sus enemigos políticos. Cuando hablar de corrupción urbanística y administrativa era un ataque al sistema democrático y al estado del bienestar, se lió la manta a la cabeza y comenzó su particular batalla judicial contra esa «trama político-urbanística-empresarial de la Vega Baja» que conocía de primera mano y que se encargó de enseñar aunque algunos lo aprovecharan para restarle credibilidad. El «loco» de García Ortuño decían. La Fiscalía Anticorrupción se estrenó en Alicante con su denuncia a la gestión del entonces alcalde José Manuel Medina. Después se metió a fondo en Brugal sin que importara a quién se llevaba por delante. Él mismo quedó atrapado en la causa. Hacía lo que tenía que hacer.

PSD

Volvería a encabezar en 2007 una lista independiente bajo las siglas del PSD. Las siglas son lo de menos cuando el nombre es Francisco García Ortuño. Pero cosas del destino o de la política en Orihuela, no logró representación. Un mazazo que le obligó a seguir trabajando desde atrás sin perder agresividad ni la certeza de saber qué hilos cortar y dónde enseñarlos. Impacto mediático causó la «perfomance» que García Ortuño montó con con aquellos «monaguillos» pasando la bandeja en la puerta del Juzgado de Orihuela. Más que alegoría premonitoria sobre la financiación ilegal de los partidos con Ángel Fenoll como destacado empresario patrocinador. Hay más en las hemerotecas.

Fuera por aversión a Orihuela Costa o por costumbre de burguesía oriolana gustaba disfrutar el profesor de su ocio en Torrevieja. Era fácil encontrarlo paseando con su elegancia habitual por «las rocas» o de «runner» por el dique de Levante. Más que una afición que le llevó a una difícil convalecencia tras el grave accidente sufrido mientras se hacía una carrera por los aledaños del río hace unos meses. Estaba casi recuperado cuando llegó la enfermedad. Cáncer de páncreas.

Los locos, dicen, abren los caminos que más tarde recorren los sabios. Francisco García Ortuño, Paco, para los amigos, hizo lo que tenía que hacer.