Te has ido tan rápido, de manera tan sigilosa y prudente, que no me ha dado tiempo a darte una carta de recomendación que pudieses entregar en mano a quien allá te reciba.

Sé que no has sido persona que haya buscado el halago fácil y el reconocimiento. Te has bastado tu solo para alcanzar aquello que has pretendido; es cierto, pero hay cosas de tu vida que quizá no le has dado demasiado importancia y hasta al mismo Dios le han podido pasar desapercibidas, por ello, voy a enviarte esta carta, cerrada y con carácter urgente para que se la entregues a tu llegada.

Carta de recomendación.

Este hombre que hoy se presenta ante Ti, un día hizo algo que ni él mismo, dentro de su sencillez, supo del alcance que podría tener, tanto para mí como para el colectivo de discapacidad al que represento. Fue la primera persona que encontré en mi vida que confió en que una mujer, es más, en que una mujer discapacitada podría ser válida. A él le debo todo lo que hasta hoy he podido hacer. Él me dio el impulso de salida.

Quiero que sepas ¡Dios mío! Que la importancia de este hecho y sus consecuencias bien le puede valer uno de los lugares mas cercanos a Ti. Dale el abrazo que no pude darle. Gracias.