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Maruja Cuenca

«Miro las estrellas y le digo a mi nieta que una es su madre»

Cuenta Maruja Cuenca que cada vez que su nieta le pregunta dónde está su madre sueña para que sea de noche, abrir la venta y mostrarle alguna de las estrellas del firmamento. «¡Allí, allí está!», le contesta

Maruja Cuenca, anoche en Orihuela, participando en la concentración ciudadana TONY SEVILLA

Maruja recuerda a su hija y se le hace un nudo en la garganta. Ayer, día que se conmemoraba la lucha contra la lacra social que es la violencia de género, volvió a coger de la mano a sus nietos y participó con ellos, como una más, en la marcha que recorrió la distancia que separa el Ayuntamiento de Orihuela de la Glorieta Gabriel Miró. Todos saben quién es, pero nadie la molesta y muchos la compadecen. Ella anda orgullosa con ellos. No hace ruido y se ganó a pulso el apodo de «abuela coraje». Es una luchadora.

Yolanda Aniorte, de 39 años, murió tras recibir al menos diez golpes con una mancuerna a manos de su compañero, Juan Antonio Martínez, el 3 de agosto de 2014. Él confesó el crimen y está en prisión a la espera de juicio. Ahora dice que no recuerda nada o que fueron las drogas. Ella está en el cementerio, donde nunca le faltan flores frescas.

«Estoy esperando el juicio, muy nerviosa, no sé qué va a pasar... ahora hace dos semanas hemos tenido otro», afirma la abuela, recordando la vista por el derecho de visitas que la obligó a pleitear con la hermana del asesino por su nieta, que entonces no tenía ni tres años. El fiscal pidió que ésta pueda ver a la pequeña una vez por semana, en un punto de encuentro, después de que el juzgado rechazara hace dos meses la petición de guarda y custodia que dio a la abuela y pese a sus pocos recursos económicos, algo que suple de sobra con coraje y corazón. «La niña está muy bien. En el juzgado se ha hecho Justicia y lo único que me hace seguir adelante es la pequeña. Cuando la perdí (durante unas semanas la Conselleria de Bienestar Social delegó la custodia en la madrina) no tenía ganas de vivir, ahora es la única alegría que tengo. Llega la Navidad y la pasada, antes de tener a la niña, la pasé muy mal... veía la silla en la que se sentaba mi hija y me echaba a llorar (se emociona)...».

Dignidad

Maruja asegura que su nieta pregunta por su madre y ella siempre le cuenta la misma historia: «Cuando es de noche miramos las estrellas y le digo que su madre es una de ellas. Entonces me pregunta cuándo ella será una para estar juntas y le digo que dentro de muchos años, que su madre no está sola, que está con el abuelo».

La dignidad que se dibuja en esta mujer cada vez que dice en voz alta que vive de una pensión y de limpiar no es nada comparado con la seguridad que expresa cada vez que repite una frase: «A mi nieta nunca le faltará un plato de comida, un bocadillo para ir al colegio, cariño... aunque ella ya quiere tener un móvil y un ordenador» y sonríe mientras recuerda que hace dos semanas fue su cumpleaños. Tuvo fiesta con los compañeros en una cadena de hamburgueserías. Cumplió ese día cuatro años. Y, seguramente, miró al cielo y esperó a que su madre, también, la felicitara.

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