Participé la pasada semana en la presentación del libro «Días de Rosas y Gaviotas: Echando la vista atrás», escrito por el periodista de Torrevieja Óscar Albaladejo Claramunt. Con un tratamiento de reportaje, la obra abarca, fundamentalmente, la época comprendida entre la Constitución, tras la Dictadura y el primer Ayuntamiento democrático, con la alcaldesa socialista Rosa Mazón, hasta el ingreso en la cárcel del exalcalde, Pedro Ángel Hernández-Mateo. Siempre he considerado la edición de un libro, máxime con el contenido del que estamos comentando, como un grito, una afirmación de haber vivido una época durante la cual Torrevieja pasó de ser un pueblo, por su número de habitantes, a convertirse en la quinta ciudad de la Comunidad. El contenido de esta obra relata de «pe a pa», desmenuza, el caudillismo y la megalomanía y la visión interesada del poder de un alcalde en cuyo mandato barrió o intentó barrer con todas sus fuerzas, amén de dudosas o malas artes, a quienes se negaron a bailarle el agua.

El conocer cómo, quiénes, cuándo y por qué configuraron este engendro de Torrevieja y sus gentes, esquilmando al máximo el lugar y todo el término municipal a lo largo de 27 años de desmanes resulta esclarecedor. En este trabajo de recopilación documental su autor ha entrelazado los mimbres políticos e inmobiliarios implicados en el llamado desarrollo local, dejando al descubierto que nunca este debe confundirse con el progreso. Progreso es otra cosa.

Joan Manuel Serrat canta aquello de «No hay otro tiempo que el que nos ha tocado vivir...» y Óscar deja patente su larga singladura periodística como un observador sagaz de la realidad cotidiana. Con ironía, en ocasiones acerada y cortante, junto a un «puntico» de mala leche que deben tener quienes escriben, juegan al fútbol o están expuestos a la crítica. Por ello ha sabido tratar, hasta hacerlo comprensible, el arisco y enrevesado tema de lo que, con mucha imaginación, podríamos denominar Urbanismo local.

Leyendo el libro que nos ocupa se intuye la magnitud de la estafa perpetrada a costa de este pueblo por los políticos, fundamentalmente los de las blancas gaviotas, en su versión, en ocasiones, de carroñeras. Con el mismo despego que aborda la chapuzas, algunas de ellas delirantes, acomete también la relación de algunas cosas bien hechas. El capitulo dedicado a las permutas llevadas a cabo por Hernández Mateo desprende con una claridad meridiana los gloriosos y millonarios pelotazos perpetrados a costa del patrimonio; es decir, lo que fue nuestro y ha dejado de serlo

Óscar Albaladejo deja constancia de todo ello sin ningún tipo de acritud. Ejerce de sastre del Hondillo, aquel artesano que cosía gratis y además regalaba el hilo, pues un grupo de amigos capitaneados por él financia, sin subvención alguna, los libros. Además distribuye ejemplares gratuitamente a los interesados. Considerando que el Ayuntamiento de Torrevieja, ha corrido con los gastos de la edición de muchos libros, algunos de los cuales no valen ni tan siquiera para calzar una mesa coja, lo de Óscar y sus gentes es todo un lujo.