En Torrevieja comenzó a abundar el trabajo en el sector de la construcción. Fue a mediados de los años setenta. En aquel momento la empresa MASA comenzó a edificar y vender como churros miles de bungalows adosados de una sola planta a precios muy accesibles. Eras las urbanizaciones Torreta I, II y III, ubicadas todas sobre suelos de saladar, al norte de la laguna salinera, cuando el pueblo la denominaba despectivamente «El Charco».

En aquel momento de principios de los ochenta, aquellos terrenos eran conocidos como «El Salar» e inundables -siguen siéndolo ahora- y estaban plagados de matojos y mosquitos. Pasabas una senda y, cuando volvías a los pocos días, los encontrabas edificados. Con materiales de ínfima calidad vimos cómo surgían manzanas de adosados levantados a destajo. Sin apenas cimientos se levantaban las paredes. Si algún mojón estorbaba, se desplazaba lo necesario para seguir la obra.

Coincidí con la visita de una inspección de trabajo a aquella obra. Los albañiles salieron desperdigados. Aparecieron los jefes y a gritos les hicieron regresar. «De esto nos encargamos nosotros, vosotros seguir trabajando», dijeron. Ya con las viviendas ocupadas la actividad de los mosquitos se hizo insoportable -actualmente, a veces, vuelve a ocurrir-, pero como el promotor de las urbanizaciones era de aquellos que por aquí decimos de «arranca y no vira» contrató una avioneta para fumigarlo todo. El producto utilizado causó daños en la pintura de los coches. No hubo problema. La promotora pagó el repintado. Los problemas los tuvieron quienes allí compraron. Llegaba el verano y los vecinos de las torretas acudían a veranear. Abrían sus viviendas y entre otras deficiencias se encontraban las rendijas del piso de terrazo cubiertas de maticas. Las conducciones del agua potable perdían por varios puntos de la red. Al final el vecindario de las Torretas se cansó de clamar al cielo. Hoy en día reivindican, con la razón que siempre les ha asistido, que al menos el Ayuntamiento les preste la misma atención y servicios que a otras urbanizaciones. El tema de construir en los saladares no llegó a generar polémicas a nivel local. Aquello estaba lejos y por allí no pasaban ni las águilas. Donde si se armó gorda fue cuando la misma empresa propuso y consiguió edificar y masificar uno de los mejores parajes, por no decir el mejor, de la costa torrevejense: la amplia zona situada en las faldas de la Torre del Moro.

Ante tantas críticas de políticos y vecinos, de las que se hicieron eco los medios informativos, lo primero que hizo el promotor de marras fue utilizar el término geográfico Cabo Cervera en lugar de Torre del Moro.

Y como Cabo Cervera se promocionó Torrevieja en aquel programa del «Un, dos, tres,...» regalando apartamentos en aquella urbanización más parecida a una colmena. A pesar de los pesares, algo tendrá el agua, mejor dicho el dinero, cuando lo bendicen. El expresidente socialistas de la Comunidad Valenciana, Joan Lerma, distinguió a Justo Antonio Quesada Aniorte, cabeza visible de Masa, con el título de Empresario del Año.

Mientras otros, aquellos que cuestionaron aquel asesinato urbanístico, tuvieron que soportar todo tipo de amenazas. Por un lado, y más o menos sibilinas, las del promotor; por otro, las llamadas directas de empresarios locales y trabajadores mandando a meterse uno donde le cupiera la máquina de escribir.

«No vengas ahora a "joderno" que estamos ganando dinero». ¿El paisaje? ¿Qué paisaje?.