Empiezo a escribir y -¡casualidades de la vida, o no; vaya usted a saber, qué!- me doy cuenta de que -porque los centros comerciales se empeñan en que nos demos cuenta- esta noche es la más terrorífica del año, la de Halloween, también conocida como «la de las brujas». Y me pregunto: ¿Será verdad que es la noche más espeluznante del año?. Vamos a ver, a mí me recuerda algo que, por suerte o por desgracia, me acompañará lo poco o mucho que me quede de existencia, ya que -¡y es la primera vez que lo hago público!- tal noche como la de las brujas la poli me pilló bailando en plena calzada, con el coche parado en un semáforo (Curva del Palangre-Torrevieja), me hizo soplar -¡después de cenar en buena compañía!- y el resultado no fue otro que 8 meses y un día sin carné, además de multa, un curso de reeducación y la minuta del abogado del juicio rápido. ¡Vamos, que, esa sí, fue una noche terrorífica!. ¡Menos mal que las brujas, aquella noche, no llevaban escoba!.

Pero esa, al fin y al cabo, fue una noche. Sin embargo, hay quien tiene noches terroríficas los 365 días del año, por ejemplo los «olezanos» que aguantan carros y carretas por culpa de... ¡digamos, las brujas!. Abrir el periódico y que se te pongan los pelos como escarpias, ¡es todo uno!. Leer se está convirtiendo en un «ejercicio de alto riesgo» y los lectores están empezando a ser una «especie en peligro de extinción». Hay que ser muy arriesgado, muy osado y no temerle a nada para jugarse la vida exponiéndose a un posible «jamacuco», a modo de «trallaso», por leer lo que publican los plumillas. Pero el personal es «masoca» y cae una y otra vez en la tentación sin miedo al riesgo que se corre de tener que visitar La Maestranza, que es como se conocía al Hospital Comarcal, porque, según decían las lenguas de doble filo, se entraba andando y se salía a hombros. ¡Qué mala leche!; ¿no?.

¡Vamos por partes. Los de Redován me dan tanta envidia que estoy por coger la escopeta y, como Girón de Velasco, tirarme al monte para buscar a los culpables del atentado. ¡Pues no que leo en el periódico que Emilio -el alcalde «redovanero»- se ha «empeñao» en cortar y retirar, los «pinicos» secos por lo que pueda pasar y se gastan casi 1.000 pavos/día en esos menesteres!. ¡Acabáramos, Gertrudis; es que ellos tienen una subvención de 30.000 pelotes de la Dipu y, como dice un amigo, con ¡buena «minga» bien se jode!. Emilio, el olezano, podría hablar con Paco Sironi para pedirle que traiga «perricas» con las que pagar parte del talado y retirada de los pinos secos de la Muela, la misma en la que está «la crus». Sin embargo, con la que está cayendo, en la Casona de la Esquina del Pavo parece que se está más por los viajes. A mí también me gusta viajar y si encima lo paga el pueblo, pues... ¡que me voy a Londres de Turismo!. Por cierto, majestad, ¡buen viaje!. Luego pasa lo que pasa, que llega Caroline Grace y le espeta al alcalde que, con respecto a algo tan nimio -jejejeje- como el agua para regar la huerta de Oleza y la Vega Baja, mostró «ineptitud e incompetencia». ¡Ala; estos «sosiatas» tienen cada cosa!. ¿Cómo se le ocurre a esta chica decirle esto a un doctor?; ¡por Dios y por la Virgen!.

Tengo que llamar a Antoñico Zapata. Es que no me ha quedo claro cuánto hay que pagar por cubrir el atrincheramiento del AVE a su paso por Oleza. ¡Parece que son 3´5 millones de euros!. ¿Y los tenemos que pagar?. ¡Pues a mí que me registren porque no suelo llevar esas cantidades en el bolsillo!. ¡Hombre, si fuesen 3 millones, todavía, pero el pico, no!. ¿Habéis visto como si hay más noches terroríficas?. ¡Y las que vendrán!. Bueno, pues esto ya está y no pasa nada, pero si pasa se le saluda. ¡Sed malos, que es más divertido!.