Si se confirman las previsiones meteorológicas, de la mar vendrán los vientos para hacer llegar con una puntualidad inglesa el «temporalico del Día de Todos Los Santos». El cementerio de Torrevieja, punto de encuentro de las gentes del lugar en la fecha de hoy, discurrirá pasado por agua y con fuerte viento de levante.

Con el paso del tiempo han desaparecido muchas costumbres en torno a esta fecha destinada a la memoria de los difuntos. Perduran las de limpiar nichos y tumbas, ponerles flores y alguna expresiones orales del argot utilizado por los vecinos para referirse a la muerte. Entre ellas se encuentran la de «a poniente». Para cualquier lector el término poniente si acaso le puede sugerir un punto cardinal o de donde sopla el viento. Aquí, en Torrevieja, lo emplean las personas de avanzada edad al igual que dicen «voy de «vará»» o «ese está con el práctico a bordo esperando la salida».

Todas estas frases tienen un denominador común: la muerte. A poniente del casco urbano «tradicional», por llamarlo de alguna forma, se ubica el actual cementerio municipal, recinto en un tiempo alejado del centro, que con el paso de los años se encuentra rodeado de urbanizaciones, excepto su zona norte lindante con la laguna salinera.

Sólo he conocido en la localidad este camposanto que data de finales del siglo XIX, pero está documentada la existencia de, al menos, dos más. Cuando el principal núcleo vecinal se asentaba en las cercanías del Monumento al Hombre del Mar, hubo un cementerio situado en las proximidades donde hoy funciona el céntrico Hotel Fontana.

Al seguir creciendo la población los huesos de sus habitantes fueron a parar todavía más a poniente, nada más pasar el acequión salinero. Allí vi como se encontraron restos humanos cuando la cimentación del Hostal Las Cibeles. Los taparon, siguieron las obras, y fuera complicaciones.

Si dices «voy de «vará»», quien te escucha sabe que te diriges al tanatorio o a un entierro. Varar un barco a tierra es quitarlo de enmedio, acabar con su vida. Respecto a «del práctico a bordo», más de lo mismo: es estar a la espera de partir.

Además, la chismología torrevejense se encuentra colmada de múltiples anécdotas relacionadas con hechos acaecido en otros tiempo sobre el Cementerio o su entorno. La mayoría de ellos sabrosamente humorísticos, como el que cuentan de aquella mujer cuando en su agonía dijo que al Cementerio no la llevaran porque iba a llegar muerta. La razón asistía a aquella vecina: Lo que fue el camino del Cementerio (hasta la vorágine de bloques de viviendas con fachadas de estuco baratero), tenía un firme pedregoso, lleno de baches y cuesta a bajo. Los ataúdes lo transportaba una negra carroza tirada por un negro caballo con las herraduras también negras. Afortunadamente, los abuelos del futuro, al llegar estos días, narrarán a sus nietos cómo disfrutaban con las fiestas de Halloween, con los zombis y los supervivientes. Hablarán de vida gozos y alguna pena que otra. A lo mejor, mencionan cuando los sobrevivientes comenzaron, después de muchos años, a dar «jamansas» de palos a esa caterva de zombis artífices y responsables de tanto cadáver y tanto destartalo.