Lo recuerdo como si fuera ayer. Era el 10 de mayo de 2011 en una explanada del Escorratel. Quedaban dos semanas para las municipales y ella daba un mitin, otro más. El olor a brasas, a chuletas y morcillas, acompañaban al «huracán» Lorente sobre un escenario en el que, uno tras uno, fueron subiendo desde el pedáneo -¡siempre los pedáneos!- hasta el último aspirante de la candidatura. Por aquel entonces, José Antonio Rodríguez Murcia, quien ayer le acompañó en el banquillo, estaba fuera de la política. Se había caído de la lista por el caso Brugal pero ella lo invitó a sumarse a esa fiesta porque «Chanos», como todo el mundo lo conoce, genera envidias por lo bien que cae y las palmas, al salir él, siempre echaban humo.
La que aún era alcaldesa de Orihuela ya estaba imputada por la Plaza del Escorratel pero las líneas rojas del PP eran otras y ella se veía reelegida por segunda vez. Y llegaba al final de su soflama mitinera cuando dijo una frase que no olvidé: «Ahora, que vengan otros a pediros el voto, que nos han puesto finos con la Plaza de la Iglesia». Si aquel día alguien le hubiera dicho que cuatro años más tarde iba a ser madre, estar fuera de la política, haber renegado del PP y haber pedido el voto en 2015 para otra formación, y todo eso antes de sentarse en el banquillo de un juzgado, probablemente ella le habría llamado loco con una sonrisa de oreja a oreja.
Ciertamente no ha pasado tanto tiempo, un mandato, pero los acontecimientos en Orihuela han superado con creces cualquier análisis. Quizá por eso ayer la que fue una de las personas con más carisma de la Vega dentro y fuera del PP con una sonrisa que derretía se permitió un gesto casi humano en alguien que siempre conocimos sólo como un animal político. Sucedió al final del juicio, cuando dejó que sus sentimientos afloraran y lloró.
Y el lema de aquella campaña: «Llámame Mónica» ha terminado por ser premonitorio. Ya no es Lorente, ahora es Mónica.
