La lenta recuperación ambiental que ha experimentado la desembocadura del río Segura, incluida en la red de humedales protegidos, ha provocado paradójicamente una mayor presencia humana. En los años 80 y 90 casi desapareció la pesca por la malas condiciones del agua. Ahora la desembocadura y los ramales de riego están repletos de aficionados que también dejan residuos, como los aparejos de pesca en los que se enredan las aves.