Si, ¡se hace de noche!. No sé vosotros, pero a mí me da pena porque me encanta la luz de nuestra tierra. Y me da pena, porque, con la anochecida temprana, también llega el «fresquete» matinal.

Y me fastidia porque cada vez falta menos para que cierren mis amigos de La Jijonenca, con los que he compartido muchos «helaicos» este verano; eso sí, sin azúcar. Supongo que cerrar un negocio, aunque sea temporalmente, también es una forma de hacerse de noche, puesto que, como los osos o las tortugas, toca invernar.

En mi otro pueblo, el de los dos Patrimonios de la Humanidad -el Palmeral y el Misteri-, cuando algo se ve más negro que el sobaco de un mono, se dice: «sa fet de nit» (se ha hecho de noche). Lo vengo a decir porque el otro día leí una tribuna en éste mismo periódico que me hizo retroceder en el tiempo. Resulta que un ministro de Felipe González, en una visita a la Universidad de Alcalá de Henares, fundada por el Cardenal Cisneros, en 1499 (de ahí que también se la conozca como Universidad Cisneriana), tuvo a bien «recomendar» al rector la conveniencia de cambiar el escudo que vio en el patio del Rectorado, porque en él aparecían «el yugo y las flechas», símbolos «inequívocos del anterior régimen». Al ministro -muy progre él- se le recordó que el yugo y las flechas, junto a un águila imperial, figuraban en el escudo de los Reyes Católicos desde 1475 y por eso estaban en el de la citada Universidad, ya que Cisneros fue

confesor de Isabel I de Castilla. Vamos, que ¡la cagaste Burlancaster!.

Y eso me vino a la cabeza cuando leí el titular de la tribuna de opinión «La cuarta herida: la del olvido». Las otras tres heridas supongo que serán «la del amor, la de la muerte y la de la vida». Y en el escrito se habla del olvido al que se está sometiendo a Miguel Hernández, sobre todo en éste otoño hernandiano. No sé quién es el responsable de la parcela cultural en el Caserón la Esquina del Pavo, pero lo que me jodería -y mucho- es que se quisiera echar la culpa a la anterior corporación de que no dejase nada «preparao» para la efeméride, por aquello de que yo no tengo la culpa de «na» y los anteriores son demonios «emplumaos», más malos que la quina. ¡Joder, que Emilio se encargó de recordar que lleváis más de cien días en la poltrona!

La Fundación. Cuando se habla del ostracismo de Miguel, ninguneado durante muchos años en su pueblo no se tiene en cuenta que un alcalde socialista, Vicente Escudero, y su concejal de Cultura, Francisco García Ortuño, recuperaron la casa donde vivió el poeta y la convirtieron en un museo. Habrá que recordar que la Fundación «Miguel Hernández» vive gracias a que, entre otros, un alcalde del PP se empeñó en ponerla en marcha. Pero quiero recordar que un alcalde -franquista- Pedro Cartagena Bueno fue quien sacó adelante, en el pleno municipal celebrado el 24 de febrero de 1976, el Premio de Poesía «Miguel Hernández», dotado con 200.000 pesetas de la época y de carácter bianual. Me resisto a creer que, con respecto al poeta, se haya hecho de noche, porque Miguel es luz, es día.