Esta semana, si soy sincero, ni me apetecía escribir ni sabía sobre qué hacerlo. Será porque -tal vez- estoy «saturao» y espeso, casi «agotao» mentalmente, al punto de que he llegado a pensar que, por una parte, las ideas no fluyen como antes y, de otra, que -esto es malo para un «plumilla/juntaletras»- se acaba el repertorio, pese a que me aseguran que siempre hay algo de qué hablar, aunque, eso sí, cada vez menos, porque, al igual que en el fútbol cansa correr detrás del balón, en el Periodismo de opinión fatiga hablar de la misma historia y darle vueltas a la misma tortilla. No me gusta adoctrinar -¡nunca lo pretendí!-, ni estoy en posesión de la verdad absoluta -¡según algunos, ni siquiera en posesión de mi verdad!- y, tal vez lo más importante -seguro-, me encuentro un tanto «desmotivao» e inapetente, ¡casi «apagao» o fuera de cobertura! (antes se decía «game over»). ¡Qué le vamos a hacer!. Los «escribidores» -así nos llama un amigo- también tenemos derecho a esos días en los que la moral no está en su mejor momento. Son esos días en los que, como suele decirse vulgarmente, «no se tiene el chocho "pa" ruido», pero, como, en el mundo de la farándula, «el espectáculo debe continuar» («Show must go on», cantaba Fredie Mercury), porque, al fin y al cabo, esto es un puto espectáculo. Así es que hay que hacer de tripas corazón y tirar «palante», aunque la procesión vaya por dentro.

Como tantas veces, acudo al diccionario y busco el significado de «soledad». Según la RAE: falta de compañía. Esta carencia puede ser voluntaria (cuando la persona decide estar sola) o involuntaria (cuando el sujeto se encuentra solo por distintas circunstancias de la vida). La Academia asegura que «la soledad absoluta no existe», porque «siempre hay alguna persona con quien se mantiene una cierta cercanía, ya sea física o emocional». Voy más allá y busco «compañía» y la «Ley de Leyes» en cuestiones lingüísticas dice que «compañía es el hecho de acompañar o estar con alguien».

Me pregunto, ¿cuántos de nosotros estamos o nos sentimos más solos que un garbanzo en la boca de un indigente aunque estemos rodeados?. Es muy difícil -por no decir imposible- que una persona esté literalmente sola, ya sea voluntaria o involuntariamente, porque normalmente, por mucho que quiera abstraerse y su mente esté en otro lugar, suele estar acompañado. Considero, no obstante, que, efectivamente, hay quien se aísla, sobre todo cuando tiene que tomar decisiones, tanto personales como profesionales. El problema se presenta cuando no se comparte esa toma de decisiones con otros que puedan aportar luz y entonces se mete la pata. ¡Quién esté libre de pecado que tire la primera piedra!; ¡quien diga que nunca ha metido la pata y que siempre ha tomado la decisión correcta falta a la verdad!. De sabios es equivocarse, reconocerlo, pedir perdón -si hay que pedirlo- y, si se puede, rectificar. ¿No os parece?. Yo lo he hecho y, aunque no siempre se me ha perdonado, me he quedado tranquilo y en paz conmigo mismo porque siempre he pensado que quien hace lo que cree que debe hacer, en cuestión de disculparse, no está obligado a más.

Sigo escudriñando el diccionario y busco las palabras «desorientado» y «desnortado» y leo que significan «que no sabe qué rumbo seguir» y «perder el norte», pero es que quiero saber el significado exacto de la palabra «rumbo» y veo que es «dirección que se sigue para llegar a un lugar o a un fin determinado», aunque sea tomando atajos, ¿verdad?... ¡jejejeje!. ¡Ostras; más de uno parece estar desorientado y, al mismo tiempo, desnortado!.

¡Alto!; ¡parad!. Llegado a este punto quiero dejar claro que, aunque podría parecer lo contrario, no hablo de mí, aunque, como he dicho antes, ¡quién esté libre de pecado que tire la primera piedra!. Me refiero a la soledad y a la desorientación de quienes nos desgobiernan. ¡Mirad!, en la soledad de la alcoba Aznar hablaba catalán con Pujol, y así ha salido Jordi, ¡llevándoselo crudo!. Eso era soledad, porque habría que oir el catalán de Chema, con acento castellano leonés, y el del otro, con entonación andorrana, por aquello de que lleva sus «ahorros» al Principado.

Pues eso pasa en la Casona de la Esquina del Pavo, que todos hablan la misma lengua, pero con distinto acento. Bascuñana lo hace en castellano de Bilbao, pero del mismo centro de Bilbao, y Zapata en andaluz. Los dos se refieren al mismo asunto, la finalización de las obras del AVE, pero, ¡coño, no me entero de «na»!; ¿y vosotros?. ¡Vamos a ver!, ¿cuántos pasos hay que hacer? y, sobre todo, ¿cuántos cuartos tenemos que soltar?, por que, si no me han «engañao», parecía que la cosa estaba «emparejá» antes de arrancar la legislatura y, al parecer, en tan solo cien días la hemos «jiñao». ¡Cosas veredes, amigo Sancho!, decía Don Quijote. Va a ser verdad que, hablando de lo mismo, "nada es verdad ni mentira sino del color del cristal con que se mira!. Entendéis ahora lo de la soledad de quien tiene que tomar decisiones?, porque ¡no es lo mismo predicar que dar trigo! ¿Y Karlos, con K, en qué castellano habla?. ¡Porca miseria!.