Todos los días sabemos de colegios, institutos y otros estamentos, como los sanitarios, que son adecuados con barracones con la peregrina excusa de una provisionalidad que a veces dura, como en Orihuela, vergonzosamente más de una decena de años, como en el centro médico del Rabaloche, y no digamos en algunos colegios e institutos donde estas instalaciones se perpetúan. Todos hemos vivido en otras épocas cuando los colegios eran muy humildes, pero nunca se llegaba a poner barracas para suplir las aulas. Ahora todo es distinto en este tiempo de la modernidad y, aunque los niveles de la enseñanza y educación avanzan, no parece que el aprovechamiento de los mismos sea proporcional a la dedicación que los medios permiten.

Es posible que la calidad de la enseñanza y la educación no vean recogido el esfuerzo que parecen aportar nuestros gobernantes o que la falta de medios que subsiste en estas instalaciones modernas, plagadas de barracones, donde sólo se asegura la estancia física de los alumnos y profesores, sin laboratorios, sin bibliotecas y sin otros espacios donde los alumnos puedan completar una formación más extensa que su aprendizaje.

¡Los barracones!, ¡Hay los barracones! Que invento. Es lo único que funciona con la rapidez del rayo. El entendimiento y las bocas, se tapan con suma agilidad cuando llega el mes de julio y las vacaciones, luego después de agosto los cursos se reinician año tras año y se acaban con la promesa de que en el próximo curso?, ¡pero que va! Más barracones, más cursos, más años y más agostos; o sea, el que hace algún primo que se pasa la vida cobrando alquileres de barracones.

Tanto para la Educación como para la Sanidad, que en Orihuela llevan casi 15 años en el «Rabaloche», con lo que se pierden varias decenas de millones de euros -estoy seguro que alguien se encontrará-, en tanto brillan que brillan la ciudad de la luces, las tierras míticas, las obras y puentes «calatraveñas», los millonarios aeropuertos sin aviones y un sinfín de despropósitos, que muchos otros «primos» consiguen inaugurar, aunque sea desde la trena.

Lo más significativo de todo esto, es que los que realmente hacen su agosto, son unos «primos» que todos hemos visto muchas veces bajo los palos y el resto de los «primos» somos los ciudadanos, que pagaremos religiosamente estos despropósitos. El alquiler de un barracón alquilado, suele costar unos euros al mes, aunque luego nos salgan por una millonada y son utilizados como excusa, para detraer de los presupuestos del ramo enormes cantidades de dinero para menesteres de dudosa oportunidad o trasvasarlos de partida para darles otros cometidos que, como pueden advertirse, no dan mayor satisfacción ni cubren mejor las necesidades de los paganos o sea todos nosotros. Por ello, pensemos profundamente qué hacer si los mismos inútiles e incompetentes despilfarradores y encubridores de corruptos nos vuelven a pedir el voto con las mismas promesas.