El bochorno reinante en Torrevieja nada tiene que ver con el alto índice de humedad en el ambiente desde el pasado mes de junio. El sofoco que ha acampado entre nosotros se debe a la sonrojante vergüenza ajena ante la cascada de despropósitos intoxicadores vertidos por PP, un día sí y otro también, para justificarse de los desaguisaos perpetrados bajo sus anteriores mandatos.

Los ciudadanos de aquí han tardado menos de cien días en ponérseles lo ojos como platos al ir quedando al descubierto la manga ancha, la permisividad y vista gorda aplicada por los anteriores mandamases con sus amigos y presumiblemente benefactores.

Si miran el periódico casi todos los días en primera página se topan con una llamada anunciando un nuevo estropicio cometido por el anterior gobierno y puesto al descubierto por el actual... al abrir cualquier cajón. Si lamentable es esta situación, de pena, como hemos dicho, resultan los argumentos utilizados por la colla del PP a la hora de justificarlos sin ningún asomo de rubor. Ha ocurrido con los casos tan graves como los del cierre temporal de algunos locales de ocio donde se ha puesto en juego la vida y la integridad física de centenares de personas como si tal cosa. En este sentido, los del anterior equipo de gobierno cada vez que abren la boca se quedan con el culo al aire y al parecer ni les da vergüenza.

El trueno más gordo, por ahora, ha sido el del Teatro Municipal pues la Generalitat en su día dijo que debía cerrar sus puertas (como acaba de hacer el pentapartido) al carecer de certificado de fin de obra y de licencia de apertura. Por ello, el gobierno local ha decidido poner todo este asunto en manos del juzgado que instruye -además- la investigación por los supuestos sobrecostes de construcción del polémico edificio, que se presupuestó en 6,4 millones y acabó costando 9,8 millones de euros. Y encima cerrado.

Andan los dirigentes locales del PP de peregrinación por los medios informativos. Respecto a los locales clausurados este verano en la ciudad defienden al puteado personal de los establecimientos afectados con la hipocresía de erguirse en defensores de sus puestos de trabajo, sin entrar en las condiciones laborales y de seguridad en las que lo desarrollan. Lo más delirante de este asunto radica en la supuesta ignorancia de estos muñidores, en pos de recuperar el gobierno municipal, pues cuando no pueden rebatir hechos tangibles resulta que vienen a decir aquello de que ellos no saben nada de nada y son músicos y se acuestan a las ocho. Olvidan la existencia durante su mandato de sesudos y tajantes informes sobre las anomalías en los locales objeto de cierre. En muchas ocasiones el Ayuntamiento torrevejense ha funcionado por sus funcionarios. Viene al pelo recordar que un exalcalde, Pedro Ángel Hernández Mateo se bandeó muy bien en el campo judicial hasta que pretendió involucrar a algún que otro funcionario intentando hacerle cómplice de sus turbios asuntos personales. Fue entonces cuando dio con sus huesos en la trena.

Que un atípico gobierno municipal formado por cinco siglas distintas, bajo la vigilante actitud de un sexto a la espera de tomar partido, con contradicciones a flor de piel y algún que otro patinazo importante chirreante, afronte la dura realidad heredada tiene su mérito, si consideramos que afortunadamente todavía no han aprendido a decir sólo lo que les conviene -que también lo hacen-. Lo cascan todo. No dan la sensación de interesarse sólo en conservar votos ni prebendas.

Respeto al PP local comienza a estar claro.Si demostraron ser incapaces de conservar el Ayuntamiento cuando lo tenían a huevo, ahora en la oposición y de cara al respetable no convencen ni a los suyos, a una buena parte de buenos vecinos, quienes manifiestan sentirse avergonzados.

Lo que no tiene desperdicio y resulta una auténtica gozada, es el oir en las calles o leer en las redes a los palmeros del PP. La mayoría de ellos antes cobraban por batir la palmas y jalear, ahora se han reconvertido en claca y gratuitamente patean cualquier iniciativa del pentapartido hasta dejarse los genitales en los asientos.

Menos mal, que entre tanto agobio, de vez en cuando algún suceso puntual rompe con la monotonía y da rienda suelta al ingenio popular arrasando con la hipócrita moral establecida por estos lares, que menos moral es cualquier cosa, por no decir antimoral. En este sentido me refiero algo tan natural, saludable y deseable como encuentro libre e íntimo entre un hombre y una mujer, ambos jóvenes y llenos de vigor. Lo único inadecuado y censurable de este glorioso episodio fue el lugar elegido para tan magno desahogo: La Plaza de Waldo Calero, donde teniendo como techo las estrellas del amanecer la pareja se desfogó saciando sus instintos básicos. La proyección mediática del despendole por las redes y otros medios de comunicación ha dejado en mantillas, ha dado sopas con honda, al escaso, el cicatero y limitado eco de la salida de la vuelta Ciclista a España desde Torrevieja. Eso sí. Gente por un tubo. Toda la Vega Baja y el entorno cercano se concentró ese día en la ciudad. Y como cada vez que hay manduca gratis el «posticeo» de las prótesis dentales se dejó sentir, se apoderó del ambiente.