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Refugios antiaéreos de la Guerra Civil

En las entrañas de Orihuela

La Guerra Civil ha dejado un gran legado arqueológico en la ciudad, que las concejalías de Cultura y Patrimonio comenzaron a recuperar en la pasada legislatura

Guaridas bajo el acantilado a modo de vigía. TONY SEVILLA

A menudo, cuando un turista o visitante se adentra en el amplísimo patrimonio histórico y cultural de Orihuela, son muchas las construcciones y monumentos que se les viene a la cabeza a lo largo de sus calles, museos y plazas, pero pocos reparan en que toda esa riqueza patrimonial e histórica también puede encontrarse en el subsuelo, o incluso en las entrañas de las montañas.

No cabe duda de que la Guerra Civil es uno de los acontecimientos históricos más importantes del último siglo, y como tal, son muchos los vestigios que aún se encuentran en la ciudad, muchas veces «camuflados» y pasando desapercibidos por los viandantes.

A pesar de que en Orihuela no se produjo ningún bombardeo aéreo por parte de los «nacionales», sus habitantes, atemorizados, sí realizaron diversos refugios antiaéreos para resguardarse en caso de ataques. Además de sótanos privados o los refugios de Jesús María y San Sebastián, la ciudad cuenta con otros cuatro grandes refugios que se adentran en las entrañas de la ciudad.

A día de hoy, sin embargo, tan solo uno de ellos es visitable. Se trata del refugio de la Calle Santa Justa, que pese a su nomenclatura, sólo conserva la entrada por la calle Triana. Se trata del refugio más tardío de la ciudad pues se estima que se construyó en el año 1938, casi al final de la guerra. Originalmente, tuvo su acceso en el cuartel de la Policía Local, que posteriormente pasó a ser los antiguos juzgados, hoy cerrados. Fue entonces cuando se tapió el acceso desde la calle Santa Justa, por lo que la única entrada que se conserva está en la calle Triana, arriba de la montaña.

En este caso, se trata de un trabajo de mineros y no de guerrilleros, en el que la distribución está sumamente cuidada para resistir los efectos de la metralla. Excavado en roca viva, el final de la entrada por la cuenta con un muro circular cuyo fin era reducir las vibraciones y ondas de la explosión de metralla, aislando de ellas a los posibles refugiados que albergara. Se trata de un espacio de grandes dimensiones, que cuenta con una altura de entre 2 y 2, 5 metros, y una anchura que oscila entre los 1,5 y los 3,60 metros

Recuperar este espacio no fue fácil. De hecho, no fue hasta 2011 cuando las concejalías de Cultura y Patrimonio lograron rehabilitarlo. Hasta los años 90, sirvió como almacén municipal, fecha en la que se clausuró para construir una pequeña hornacina con una virgen de azulejos, lo que hacía inaccesible el refugio. Ahora, el espacio se encuentra abierto al público como un elemento más del Museo Arqueológico, pues es desde allí donde pueden solicitarse las visitas.

El Ayuntamiento ha conservado la tipografía original para señalar el camino hasta este refugio, así como en la cartelería explicativa de cómo era la vida de los habitantes de Orihuela durante la Guerra Civil y lo que les llevó a construir estos refugios en pleno corazón de la sierra de Orihuela.

Ramón Sijé

Otro de los refugios de la Guerra Civil que se encuentran en pleno centro de la ciudad es el que se ubica bajo la antigua plaza de Ramón Sijé, hoy Marqués de Rafal. En este caso, el estado de conservación de la cavidad subterránea se encuentra en un delicado estado, fruto del paso de vehículos y aparcamiento de los mismo en las inmediaciones, que han originado una cesión parcial de la plaza, haciendo imposible su visita por el elevado riesgo de derrumbamiento. Su rehabilitación es complicada, señala el arqueólogo municipal, debido a su elevado coste y las características del terreno, lo que lo hace imposible, al menos a corto plazo. La construcción de esta cavidad se inició en diciembre de 1936, y la obra estuvo a cargo de Román Sánchez, y parte de los gastos corrieron a cargo del Ayuntamiento, según la documentación conservada. Ocupa prácticamente toda la plaza y consta de cuatro galerías paralelas intercomunicada entre sí, con dos entradas, una a cada extremo de la plaza. El techo está formado por una losa de hormigón y vigas de hierro, y en un principio contaba con una cubierta de obra que sobresalía más de un metro sobre el nivel de la plaza, pero que fue retirada tras la guerra, en 1940.

Espeñetas

Más difícil todavía es el refugio situado en el barrio de las Espeñetas, junto al Túnel de San Francisco. Aunque originalmente se trató de un refugio de grandes dimensiones, en el que incluso había cabida para carros, actualmente tan solo se conserva una pequeña entrada en medio de la roca, por la que a malas penas cabe una persona. Además, una gran torre de media tensión tapa esta pequeña entrada, por lo que hace más difícil si cabe (y peligroso) su acceso.

Punta Prima

Aunque en este caso no se trata de un refugio creado para la protección de civiles, sino que fue utilizado como cuartel de carabineros pertenecientes a una guarnición militar, y su construcción podría remontarse incluso a antes de la Guerra Civil resulta uno de los más curiosos por estar excavado aprovechando los acantilados de la playa de Punta Prima. A pesar de no está adecentado para su visita, cualquiera que tenga interés puede adentrarse en el refugio. Una de las entradas está visiblemente tapiada, en el borde del acantilado; pero otra sigue abierta, a la vista de vecinos y turistas, apunta el arqueólogo municipal, Emilio Díez. Se encuentra una vez finalizado el paseo de Punta Prima, en dirección a Torrevieja. Un gran agujero en el suelo, con unas escaleras muy empinadas, sirve de acceso a un auténtico laberinto bajo tierra.

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