Tras la bancarrota del primer dueño, la parcela urbanizable quedó en manos de la CAM y después en una filial del Sabadell. El banco ofreció a esta familia algo inaudito: volver a comprar la parte de su terreno que se veía afectada por la reparcelación -la que ahora ha arrasado la piqueta-. Dijeron que no. Bancos y promotores no concebían tampoco que desprecien el valor del suelo urbano que les queda, que podría alcanzar el millón de euros de valor. Una finca de 1.700 metros con capacidad para urbanizar 9 adosados -derribando la actual casa-. Pero lo que quieren es vivir en el lugar que escogieron. Los Wesenauer se pierden en el lenguaje de las áreas de reparto, los gastos de urbanización y las tipologías de suelo. Ellos, recuerdan, estaban antes que los adosados tipo «tulipán» y las piscinas. Su insistencia sirvió para que la Unión Europea diera un tirón de orejas a España sin consecuencias.