El jueves día 10 de julio se publicó «La bronca de la bicicleta» que el interventor Fernando Urruticoechea quiere rectificar con este escrito: «Los hechos de la nota no son ciertos. En primer lugar oculta el que el mismo agente me abordó los dos días anteriores al de la supuesta bronca, a la misma hora, en la puerta del Ayuntamiento. El lunes para intentar conseguir una cita alegando que tenía fuertes problemas y necesitaba un favor con la nómina, a lo que le alegué que debía acudir a Personal ya que carecía de competencias. Sin mencionar mi bicicleta, que aparqué en el mismo lugar donde la he estado dejando casi todos los días desde mi incorporación el 25 de abril, detrás del gran portón de entrada. El martes me salió al paso cuando iba a dejarla, haciéndome saber que era un agente de la autoridad, aunque la perdía al dirigirse así a mí sin motivo y que no me permitía dejarla en el mismo sitio.

Que la tenía que dejar en el patio interior del Ayuntamiento, no en el exterior, como se dice en la nota. Le hice saber que contaba con autorización expresa del alcalde y que su orden me parecía una arbitrariedad pero le hice caso y la dejé donde me dijo, lugar de paso sin vigilancia. Comenté el encuentro con el alcalde y me ratificó su autorización a seguir dejando mi bici donde me había indicado desde el principio. El miércoles, por asegurarme, llamé por mi móvil al alcalde a las 8:25 horas desde la acera de enfrente para ratificar su autorización a dejarla detrás del portón, a lo que me contestó afirmativamente.

Sin embargo, tal como me temía, el agente me volvió a salir cuando me encontraba dejándola. Me hizo nuevamente saber su condición de agente y me recordó el lugar que me había asignado el día anterior. Sólo le contesté que contaba con autorización expresa de la máxima autoridad y que frente a lo sucedido el día anterior, iba a dejar la bicicleta en el lugar de siempre. Entonces dejó de hablar de la bici, para pedirme mi DNI y que me iba a detener por desobediencia. A la vista de la actitud del agente, que pedía por su radio o móvil un patrulla, y del cariz que tomaban los acontecimientos me dirigí a hablar con el alcalde a su despacho en la planta primera. Me recibió, a pesar de estar reunido e indicó a un subalterno que hablara con el agente y que le comunicara que contaba con su autorización. Me dirigí a fichar mientras el subalterno le indicaba al agente lo ordenado, pero al dirigirme a continuación a mi despacho siguió empeñado en que le diese mi DNI, a lo que le contesté que conocía mi identidad y mi ubicación en el Ayuntamiento por lo que carecía de sentido su petición, que era mera arbitrariedad. Ante sus amenazas de detenerme, le dije que hiciera lo que tuviera que hacer y que me dejara hacer mi trabajo, y no hubo más en mi presencia, quedando mi bicicleta tras el portón, donde la había dejado. No hubo, por lo tanto, como recoge el artículo comentado, ningún tipo de «actitud testicular» por mi parte y sí de abuso de autoridad por parte del agente de la Policía Local».