En paz y alegría. Ayer el obispo de la Diócesis, Jesús Murgui, invitó a los oriolanos a vivir las Fiestas de la Reconquista, en su día más señalado, en el que se conmemoraba el 772 aniversario de la efeméride, como un pueblo unido, un mensaje que este año se ha dejado notar más que nunca en una Orihuela que parece desde hace tiempo dividida. En las calles reinó ese mensaje del prelado: «Paz y alegría», que se podría traducir por fiesta y ayer fueron por miles los que participaron de ella.

En una jornada en la cual el calor se multiplica en unas calles atestadas, el retraso en el inicio del Desfile de la Gloriosa Enseña quizá fuese el hecho más anecdótico de un acto en el que todo se antepone al protocolo institucional (y religioso) con el objeto de mostrar altiva por toda la ciudad un reliquia con más de tres siglos de historia y que ayer, incluso, fue un peso excesivo por la emoción para el primero de los festeros y a la sazón Síndico, Antonio Franco, quien a lo largo de la larga jornada que comenzó a las 9.30 horas en el balcón del Ayuntamiento y terminó cinco horas y media más tarde, se ayudó de concejales para compartir este honor en un pasacalles festivo a más no poder. A la cita faltaron el alcalde, Monserrate Guillén, Pedro Mancebo y Manuel Gallud.

El descenso del Oriol desde el balcón del Ayuntamiento a la calle para comenzar se retrasó algunos minutos y la demora se fue acumulando durante la primera parte del acto, que incluye su traslado a la Catedral de Santiago para recoger a las imágenes de las Santas Justa y Rufina -el recorrido se hizo al revés e igual que el de la Procesión del Caballero Cubierto- y de allí a la parroquia para la misa conmemorativa. La ceremonia, presidida por el obispo Jesús Murgui y varios sacerdotes -entre ellos, el obispo peruano de Carabayllo, Lino Panizza, pues su obispado está hermanado con el de Orihuela-Alicante-, también se retrasó por algunos problemas para poder retirar las andas a las imágenes.

El párroco de San Vicente Ferrer, Vicente Bascuñana, nacido en Molins, ofreció la homilía, dedicada a la festividad, en el que hizo un recorrido por la historia de la Diócesis, de la Reconquista y el papel que jugó la Iglesia, y que no fue una alocución al uso pues dijo, entre otras cosas: «...Estos hombres y mujeres nunca renegaron de su fe, lo que viene a ser un ejemplo admirable para nuestros tiempos, donde también a veces de modo solapado, y otras no tanto, se realiza incluso desde las altas instancias, una sistemática oposición hacia todo cuanto significa el cristianismo, especialmente a la Iglesia y su moral, cuando la Iglesia no hace sino ofrecer al mundo como madre y maestra la luz que Cristo le confió y no se puede esconder». Con todo ello, el desfile comenzó pasadas las doce y diez del mediodía; a pesar de ello, la Gloriosa Enseña volvió puntual a su balcón minutos antes de las tres de la tarde donde permaneció hasta la medianoche. Un año más. Y van 772.