Oscuridad y silencio. La muerte de Cristo apaga Orihuela que sufre por su fallecimiento en la cruz y vive con profundo respeto la pérdida del Mesías en su noche más oscura. La única luz que alumbraba ayer las calles de la ciudad era la de la luna llena y la de los faroles de los hermanos penitentes de la Hermandad del Silencio que protagonizaron una solemne y sobria procesión a la que se unieron miles de devotos en cada una de las partes de su recorrido así como cientos de alumbrantes que también quisieron acompañar a la imagen de Jesús clavada en la cruz.

Las campanas daban las once de la noche cuando de repente todas las luces de la localidad se apagaron. En ese momento se hizo el silencio entre los vecinos de la ciudad que se agolpaban a las puertas de uno de los monumentos nacionales de Orihuela, la iglesia de Santiago el Mayor. De repente se oyó el chirriar de una puerta, la de la Capilla de la Comunión, de donde comenzaron a salir los primeros penitentes de la Hermandad del Silencio que el próximo año cumplirá ya el 75 aniversario de su fundación. Ataviados con el hábito capuchino y sin mostrar sus rostros, los penitentes dieron sus primeros pasos entre el gentío que esperaba la llegada de Cristo.

El silencio lo volvió a romper una bocina, la que lleva la agrupación anunciando su paso al que se unía el toque seco de un tambor, los únicos sonidos que se escuchaban en la noche además de los pasos de los hasta 500 penitentes que salen cada noche de Jueves Santo con la Hermandad del Silencio -aunque la agrupación cuenta con hasta 800 asociados porque ha sumado 16 nuevos este año- ya sea portando los más de 385 faroles con los que cuenta la cofradía o las cincuenta grandes cruces de madera que cargan como resultado de una penitencia que se imponen y que algunos la cumplen hasta descalzos.

Durante un buen rato estuvieron pasando penitentes que también portaban la cruz guía de la Hermandad así como grandes faroles que separaban los grupos de cofrades que salieron ayer en la procesión. Pero pronto apareció la imagen de Jesús en la cruz, el Cristo del Consuelo, una talla de José Puchol sobre un espectacular a la vez que sencillo trono de madera de Juan Balaguer que contiene grabados todos los momentos de la Pasión de Cristo, los que lo llevaron a morir en la cruz.

Cantores

La salida de la talla desde la Capilla de la Comunión no fue silenciosa, los Cantores de la Primitiva Pasión «Federico Rogel» entonaron, como el trono de la talla, la Pasión que sufrió Jesús antes de morir. Sus voces acompañaron a la imagen a su paso por la plaza de Santiago y el inicio de su recorrido hacia el centro urbano pero no solo iba a contar con ese acompañamiento ya que tanto esta agrupación como los Cantores de la Pasión iban a entonar las estrofas de le melodía que cantan cada Semana de Pasión, los días previos a la Semana Santa, en las tres zonas en las que lo suelen hacer cuando pasa el Cristo del Consuelo: la Catedral, la calle Alfonso XIII y la Plaza Nueva. De hecho, la imagen de Cristo no estuvo sola, además de los penitentes y de los cientos de alumbrantes, la talla estuvo acompañada por el obispo, Jesús Murgui, quien presidió la procesión, acompañado del consiliario de la agrupación, el párroco de Santiago el Mayor, José Antonio Martínez y arropado por los seminaristas y representantes del clero.

Al cierre de esta edición, la procesión no había concluido su recorrido ya que da una vuelta por toda la ciudad. A su término y desde la universidad histórica de Santo Domingo estaba prevista la salida a las dos de la madrugada de la Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, una solemne procesión que se caracteriza por las antorchas, estandartes con las últimas palabras de Jesús así como la campana que marca el ritmo de la procesión y el sonido de la «Música para los funerales de la Reina María» de Henry Purcell. Todo ello acompaña a la imagen titular de la agrupación, una obra de José Capuz.