La Vila Joiosa muestra en tierra, hasta el 26 de enero, uno de sus tesoros marinos más preciados, el gran pecio romano Bou Ferrer. Lo hace a través de una exposición montada en las salas del Club Náutico vilero. En ellas pueden verse -y tocarse- los mismos objetos y paneles que se han extraído del mar durante una década de excavaciones.

La muestra se inauguró ayer y contó con la presencia de Antoine Ferrer y José Bou, los buceadores que encontraron, en 1999, la que se cree que es la mayor nave mercante romana encontrada en el Mediterráneo. Según explicó Ferrer, director del Club Naútico vilero, es la primera vez que estas piezas se exponen en el puerto que las vio salir del mar, después de que hayan permanecido expuestas recientemente en la Universidad de Alicante (UA). Sólo faltan algunas de plomo, que aún han de trasladarse, y una maqueta perteneciente al Museo Naval de Cartagena.

En todo caso, los paneles, ánforas y objetos de la muestra son más que suficientes para que el visitante se haga una idea de la importancia de las expediciones arqueológicas realizadas en el yacimiento (actualmente la Generalitat está tramitando catalogarlo Bien de Interés Cultural).

Junto a las ánforas que transportaron toneladas de vino y «garum» (salsa romana de pescado), está la jaula que las extrajo del fondo marino. Junto a ellas, un documental audiovisual elaborado por la Universidad de Alicante recuerda la historia contemporánea del pecio desde que se encontró hasta las últimas expediciones que encontraron lingotes de plomo de hasta 70 kilos cada uno. Y es que según explicó el técnico de la UA José Antonio Moya, el yacimiento ha deparado importantes descubrimientos, aunque sólo futuras expediciones podrán contestar a algunas preguntas que por ahora solo es posible aventurar con hipótesis. Por eso indicó que están en un momento científicamente muy interesante para continuar con las excavaciones.

Aunque por el momento no se sabe cuando podrán retomarse esos trabajos subacuáticos, sí hay cosas que están comprobadas y al alcance del visitante en la exposición. Un ejemplo es la fórmula mediante la cual hacían las ánforas impermeables para que no perdieran por sus poros el vino y las salsas que trasladaban en su interior. En una vitrina puede verse y olerse la resina de brea que las cubría por dentro. El olor emana a través de un artilugio creado que forma parte de las herramientas incluidas para que personas invidentes disfruten también de este recorrido, como son letreros en braille, archivos sonoros o réplicas de piezas de ánforas que explican cómo, una vez utilizadas, o se tiraban o se reciclaban para convertir en tapaderas de nuevas vasijas o como componente extra en la fabricación del hormigón.

La muestra puede visitarse de 10 a 20 horas y la entrada es gratuita.