Las calles de Orihuela se convirtieron ayer por la noche el escenario de la última batalla que se libró para salvar al pueblo de las garras de una gran criatura, un dragón que tenía atemorizados a todos los habitantes del reino. Jacob Murcia, el embajador cristiano de los Caballeros de Santiago, quiso anoche liberar a los ciudadanos de esta temida bestia con la ayuda de un herrero que inició la historia en la que estuvo envuelta la embajada cristiana y que tuvo como elemento principal el fuego.

Antes de que se iniciara la gran aventura que presentó ayer Murcia y su comparsa apareció la protagonista femenina de la noche, la Armengola Asun Ruiz. En esta ocasión también fue acompañada por un cuerpo de baile y por una fila masculina donde iban muchos de sus seres queridos como amigos o familiares. Tras ella hicieron su entrada las tropas cristianas de los Caballeros de Santiago como las filas Guerreras, Homenaje y Odín que se dirigían al castillo sin saber que el dragón aparecería de un momento a otro para intentar arrasar un pueblo desprotegido.

Entre las distintas filas de la comparsa, también hicieron su entrada los comendadores Domingo Sarabia y Pablo Valero subidos en una gran carroza y avisando de que el espectáculo iba a comenzar pronto. Y así fue, el herrero libró un primer asalto con el temido dragón a través de un espectáculo de fuego y malabares. Sin embargo su gran corazón no le permitió acabar con la bestia. Un error que Murcia criticó y aunque valoraba la valentía del forjador, le pidió que terminara su trabajo.

Segundo asalto

En pocos momentos esa batalla iba a tomar las calles de la ciudad en la que también participaron otras tropas representadas por las filas Corazón Negro, Iria Flavia y Herodi. Antes de que se disputara ese combate final, otra gran criatura apareció en la escena. Un enorme toro coronado y acompañado de unas temibles criaturas pusieron los pelos de punta a más de uno sobre todo a los niños que buscaban el abrazo de sus padres para protegerse de aquellos seres. Sin embargo, ahí no quedó todo, ya que otra vez el fuego que salía de las varas que portaba un espectacular cuerpo de baile anunciaba que el dragón estaba cerca. Tras ellos la enorme criatura entró en la ciudad y dejó la boca abierta a un público impresionado por la grandiosidad de la embajada de los Caballeros de Santiago.

Pero el destino de la bestia estaba escrito, tenía que morir como quiso Murcia para salvar a su pueblo y quedó petrificado en el último cuerpo de baile del boato cristiano disfrazado de gárgolas de piedra que decoraba el palacio del embajador cristiano que apareció triunfal en su castillo.

El máximo representante del bando de la media luna iba muy bien acompañado por su dama, Monse Sáez y sus dos pequeños David y Adrián para cerrar una embajada que se mantuvo en secreto hasta ayer por la noche para que todos los oriolanos y los visitantes que ha tenido la ciudad se pudieran sorprender ante el espectáculo de los Caballeros de Santiago.