Asunción Ortuño no quiere fotografías y nunca pensó que su caso llegara tan lejos "y menos a los medios de comunicación", aseguraba ayer tras enterarse por este periódico de la sentencia del Tribunal de Estrasburgo que ha condenado a España por una reclamación que presentó después de llevar más de once años intentando que un juzgado de Orihuela resolviera la liquidación de bienes de su matrimonio, que se rompió en el año 96. "No tengo la sentencia, ¿es cierto?", se preguntaba al tiempo que añadió: "Si han condenado a España es justo. Y yo digo que sí porque he luchado muchos años por este asunto y hasta 2007 nunca estuve relajada. Hasta entonces todo fueron disgustos. Ahora sé la respuesta y lo único que quiero es olvidarlo todo y vivir mi vida".

Asunción recordaba ayer que "yo lo que quería es que me dieran lo mío (en clara referencia a la separación de los bienes de su relación conyugal), mi patrimonio, lo que me correspondía. Y si he luchado tanto tiempo es porque estoy convencida de que tenía la razón".

Sobre el retraso en el juzgado añadió que "he tenido tres abogados de oficio en este asunto. Con el primero estuve seis años y sólo hizo un escrito. Sólo me perjudicó porque no me contaba lo que pasaba. Del segundo no supe nada. Los abogados de oficio no tuvieron interés en mi caso". Ante esta situación, recordaba ayer que "me decidí a llevar mi caso al Tribunal Constitucional, que lo rechazó". La mujer, en busca de una solución al retraso, recurrió a una fundación donde recibió asesoramiento jurídico y la ayuda del tercer abogado con el que decidió ir al Tribunal de Estrasburgo. "Allí hice alegaciones porque todo había tardado mucho (en Orihuela) para algo que ya estaba decidido"; es decir, la sentencia estaba dictada pero no se ejecutaba y en eso se basa el Tribunal Europeo para condenar a España y darle la razón, que se sustancia con una indemnización de 21.000 euros que tiene que darle el Estado español.

Duros

Asunción, madre de dos hijos, asegura que con el paso del tiempos ha podido salir adelante "con mucho trabajo. Mis hijos ya están criados, se han hecho grandes. El mayor está independizado y la pequeña, en la Universidad". Sobre aquellos años de pleitos recuerda que "yo no tenía ni la paga de mi marido y los juzgados no resolvían nada. Fueron unos años muy duros. Menos mal que tuve la ayuda de mis padres".

Ahora no quiere que se la identifique ni que se la recuerde por estos hechos. Al cabo de tantos años continúa recordando aquel triste momento en su vida, que no la ha abandonado porque los juzgados nunca resolvieron su caso con prontitud. Prueba de ello es que en su casa continúan por los armarios muchos de aquellos papeles con los que peleaba por lo que, insiste, "era mío".