La plaza de la Centuria Romana se caracteriza por el gris de la soledad y es prueba del abandono en que han quedado sumida algunas zonas de Orihuela. Los vecinos admiten que sólo transitan de día porque por la noche los jóvenes montan "botellón" y hay peleas. Dando un paseo por los alrededores, que dan al Segura, se ven pintadas que se visten con las firmas anónimas. Algunos focos de luz están rotos. Los cristales que separan al peatón del río están quebrados y tienen "grafitis" A una de las pasarelas que cruza el cauce le faltan varias tablas de madera y su estructura de hierro es ahora de color anaranjada por el óxido.

La plaza es una zona para pasear y para que los dueños de los perros saquen a sus mascotas. Sin embargo, los expendedores de bolsas para recoger excrementos normalmente se encuentran vacíos y en toda la plaza sólo hay dos papeleras. Entre los arbustos hay basura. Tampoco existen contenedores cerca y el Segura parece cumplir la función de vertedero de la ciudad. Flotan botellas, juguetes y vasos de plástico. Agua clara, dice la canción de Miguel Bosé, pero es mentira. Es de un color tan verde que no deja ver el fondo. Las paredes de piedra no pueden proteger las zonas con rejillas de la ventilación del aparcamiento que también sirve de basurero.

En algunos maceteros faltan los pinos y son inútiles. Las escaleras tienen baldosas levantadas o que están rotas y hay numerosos sillares de piedra abandonados cerca de uno de los accesos al aparcamiento subterráneo. Las tres fuentes de agua no funcionan. Pese a estar situada en pleno casco urbano apenas pasea gente y parece que sólo sirve como escenario de los botellones juveniles y vertedero de la ciudad.

La plaza fue construida sobre una calle conocida como la del Molino. Y su remodelación, tras una subasta, incluyó la construcción del único aparcamiento subterráneo que existe en toda la ciudad. Con motivo de los trabajos se edificó a finales del siglo XX la plaza como hoy se conoce, con el nombre de Centuria Romana, porque se recuerda que fue cuartel de Los Armaos.

Los motivos para contar que ha caído en el olvido son tan evidentes como el reloj, que procede del antiguo Ayuntamiento de Orihuela cuando se alzaba en la Plaza Nueva. Los antiguos del lugar recuerdan que en la década de los 60 Luís Martínez iba cada 48 horas a darle cuerda y, en los días de riada, se acercaba en barca. Fue una maquinaria pensada para dar las campanadas dobles. A las 12 de la noche, pese a la queja de muchos vecinos, daba una docena de toques y a los 30 segundos, repetía. De fabricación madrileña, siguió dando las horas hasta 1981, momento en el que se desmontó y se traslada al almacén de la iglesia de San Juan de Dios. En el 2000 lo llevó a su actual emplazamiento y se restauró. Se pusieron réplicas de dos parejas de manecillas. En la nochevieja del 2002 no pudo anunciar el repique del nuevo año y se movieron las manecillas para dar las 4 horas. Desde entonces ha funcionado pocas veces hasta que definitivamente en el 2006 se abandonó. Sus manecillas originales se perdieron y el péndulo ni tan siquiera funciona.